miércoles, 7 de noviembre de 2018

CONSULTITIS

En lo personal estoy en un dilema; es verdad que hay temas en los que como ciudadano quisiera que el gobierno tomara en cuenta mi opinión, no obstante, hay otros rubros en los que el pueblo no es tan sabio como para fijar y manifestar una postura que sea pragmática y por tanto tomada en cuenta por la autoridad para la confección de políticas públicas o decisiones de trascendencia nacional. Soy también un convencido de que debemos seguir los canales establecidos por las leyes para realizar procedimientos, nunca realizar actos al margen de la ley solo para quedar bien con determinados grupos. El presidente electo mandó realizar una especie de consulta popular para definir el destino del nuevo aeropuerto, consultando a un pueblo que me atrevo a afirmar, conocemos poco o nada sobre aeronáutica o aspectos técnicos sobre ubicación de aeropuertos. Era una decisión que él debía tomar, pero que me parece llevó a cabo para lavarse las manos frente a la iniciativa privada; de que fue el pueblo sabio y no él, quien tomó la decisión de cancelar la magna obra en una consulta espuria, y digo espuria, porque carecía de legalidad. Para consultas, contamos con una ley federal de consulta popular, que en su artículo cuarto establece que: “La consulta popular es el mecanismo de participación por el cual los ciudadanos ejercen su derecho, a través del voto emitido mediante el cual expresan su opinión respecto de uno o varios temas de trascendencia nacional.”, precisando en su artículo sexto que: “Se entiende que existe trascendencia nacional en el tema propuesto para una consulta popular cuando contenga elementos tales como: I. Que repercutan en la mayor parte del territorio nacional, y II. Que impacten en una parte significativa de la población. Además, debe ser el INE quien se encargue de la logística completa de dicho proceso de consulta, además de los requisitos de contenido y formato de la consulta que apruebe la Suprema Corte para garantizar la imparcialidad de la pregunta. Por ello, la consulta de AMLO sobre le NAICM fue una consulta apócrifa y espuria, pero sí bastante populista. Preocupa que ahora venga una segunda consulta, ahora sobre el Tren Maya, que será una obra de miles de millones de pesos para fomentar el turismo y el desarrollo de fuentes de empleo, pero que no deja de ser un riesgo y quizá no la mejor inversión en turismo, por ello, me parece que AMLO intenta otra vez acudir a un chivo expiatorio en caso de que algo salga mal en dicha obra y compartir la culpa señalando que el pueblo sabio también tiene responsabilidad por emitir una opinión en lo que será sin duda otra consulta espuria. El tren maya como el aeropuerto son decisiones que por decreto presidencial el próximo presidente debe tomar asumiendo todos los riesgos que ello conlleva, si realmente quiere hacer una consulta, que nos pregunte a los ciudadanos cómo queremos que se aplique el gasto público, por ejemplo. Asusta y preocupa que de pronto AMLO se enferme de consultitis y quiera someter a la sapiencia del pueblo decisiones que por ley son decreto presidencial en una especie de legitimación popular y de reivindicación democrática ciudadana directa, cuando en lo personal, solo veo decisiones con alto costo político que, compartidas, también se reparten la culpa de forma equitativa y la carga de culpa es menos para el ejecutivo; aunque al final el afectado es y será siempre el vapuleado pueblo mexicano que de pronto siente que es tomado en cuenta mediante esta consultitis que no es ni legal, ni tampoco empodera a un pueblo que no está acostumbrado a las consultas, referendos o plebiscitos.