jueves, 24 de enero de 2013

JUSTICIA PARALELA


Cuando el Estado es rebasado por un problema de dimensiones considerables y no puede otorgar a la sociedad los elementos básicos que le permitan un desarrollo pleno, es cuando la misma sociedad civil irrumpe y toma el control de las situaciones que el Estado mal dirigido no ha podido encaminar en óptimo sentido.
La crisis de inseguridad rampante que azota a nuestro país desde hace más de seis años ha provocado en el tejido social una seria descomposición que ha desvirtuado el Estado de derecho y dejado de lado las garantías básicas de todos los mexicanos. Ello ha generado hartazgo social que inició con marchas, manifestaciones, edificación de organizaciones civiles que buscaban disminuir la violencia generalizada y que, dada la ineficacia del gobierno y el poco pragmatismo de dichos movimientos sociales, algunos grupos armados que todavía pueden considerarse aislados han levantado la voz y las armas ante un magro panorama que parece no tener fin.
Es en el Estado de Guerrero en donde han aparecido grupos que han comenzado el proceso de justicia por mano propia, es decir, justicia paralela a la autoridad ante el vacío de la misma. Y no son grupos que hayan aparecido de manera intempestiva, sino que son producto de guerrillas mexicanas que han estado ocultas, mas no inactivas y que poco a poco comienzan a ganar nuevamente popularidad como posibles agentes productores de justicia social.
Guerrillas como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), Ejército Popular Revolucionario (EPR), Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), Comando Clandestino Revolucionario de los Pobres-Comando Justiciero 28 de Junio (CCRP-CJ28J), Ejército Villista Revolucionario del Pueblo (EVRP), Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP), Tendencia Democrática Revolucionaria (TDR), etc., han estado agazapadas y, me parece, han irrumpido en un momento en que su conocimiento del terreno, su capacidad de fuego, pudiera tal vez servir como paliativo ante la ausencia del Estado en comunidades azotadas por la violencia producto del crimen organizado.
Sin embargo, este es el escenario al que en ningún momento queríamos arribar como sociedad, pues ningún grupo bajo ninguna circunstancia debe suplantar las tareas del Estado en materia de seguridad e impartición de justicia.  La justicia impartida por la propia sociedad resquebraja la teoría de la división de poderes y violenta los elementos básicos de todo régimen republicano. A la vez del peligro que supone la impartición de justicia por una sociedad enardecida y lo popular que pueden llegar a resultar estos grupos que en determinado momento pueden desafiar al mismo Estado. Lamentablemente, es algo que se vislumbraba en el horizonte inmediato, ya que cuando el Estado ha perdido la rectoría del poder, alguien más, inexorablemente, tomará la batuta. Ya no habrá un enemigo a vencer, ahora serán dos.