miércoles, 11 de enero de 2017

SÍ AL GASOLINAZO

El tema es sin duda candente, hiere susceptibilidades de manera genérica, pero su fondo no es proporcional a su forma y requiere un análisis por partes. Para empezar, hay que retomar un tema que es moda, pero se ha olvidado de pronto: el cambio climático y su causa principal: las emisiones de CO2. Ya se nos olvidaron los acuerdos de París de 2015, en el que nuestro país se comprometió a eliminar el 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero, y recordar también que en la posterior conferencia sobre cambio climático en Marruecos, los expertos recomendaron a países como el nuestro eliminar el subsidio a combustibles fósiles para combatir dicho problema de polución ambiental. Simplemente desde esa perspectiva, el incremento a la gasolina debe desincentivar el uso de vehículos automotores en beneficio directo a nuestro medio ambiente. En segundo término, los subsidios gubernamentales siempre son positivos, dependiendo en dónde se apliquen, de lo que si estoy cierto, es que un subsidio que beneficie a solo una parte de la población es a todas luces insostenible, desproporcionado e injusto. Y es que en México, según datos del INEGI, circulan poco más de 25 millones de automóviles particulares, en un país de casi 130 millones de habitantes, estamos hablando de un activo que no es privilegio de las mayorías, por lo que de ninguna manera el subsidio a este producto tiene razón de ser. Caso contrario, el subsidio a la energía eléctrica beneficia a la totalidad de la población, es decir, que desde el punto de vista genérico, las gasolinas no deben estar subsidiadas al no suponer un beneficio directo para los mexicanos en su totalidad. Tan sólo de 2007 a 2012 el gobierno utilizó 925 mil millones de pesos para subsidiar la gasolina, y este gasto excesivo en un país de 60 millones de pobres es simplemente ABSURDO. En tercer término, el gasto gubernamental asechado por un terrible nivel de endeudamiento gubernamental producto del manejo irresponsable de la economía, no permite realizar un gasto de $200,000 millones de pesos solo para satisfacer a un grupo pequeño de la sociedad que reclama la pérdida de un determinado privilegio. Las prioridades del gasto público deben ser el desarrollo social, la salud y la educación, jamás los subsidios. Finalmente y no menos importante, nuestro país es puntero en obesidad y enfermedades cardiovasculares, el aumento a los combustibles deben provocar la disminución del uso de vehículos y fomentar la activación física como caminar y andar en bicicleta, pues es un lugar común observar personas que usan su vehículo para trasladarse un par de cuadras cuando pudieran hacerlo de manera pedestre. Esto traería como resultado el uso de hábitos saludables en una sociedad que requiere urgentemente la activación física.  
De cualquier manera, nos guste o no, en Febrero viene de manera inevitable otra aumento a los combustibles fósiles, pues los aumentos internacionales del petróleo y la liberalización definitiva del mercado de las gasolinas en México traerán el incremento de manera inexorable. En este tema, definitivamente, la forma no es fondo.