Es sin duda una tragedia, de las más lamentables en los últimos años en
nuestro país, miles de comentarios se han vertido en redes sociales y se
dirigen en dos principales sentidos: lamentar lo sucedido invocando el regreso
de valores y, por otro lado, buscar culpables. Ciertamente el ataque perpetrado
en El Colegio Americano del Noreste en Nuevo León no es la primera tragedia de
este tipo en centros escolares en nuestro país, pues tenemos antecedentes en
2001 con el suicidio de un alumno frente a sus compañeros en clase; 2007 con el
asesinato de una directora por un alumno y 2014 con el asesinato de un alumno
por su compañero en el Estado de México. Sin embargo, este puede considerase
una masacre que no llevaba un destinatario en particular como los casos
anteriores, por ello reviste una trascendencia asimétrica en comparación con
los demás casos, pues fue un ataque que puede considerarse masivo al haber
varias víctimas incluida una docente y varios alumnos. El hecho es triste,
enlutece a nuestro país y nos llena de miedo, pero al respecto surgen varias
aristas que sin duda como sociedad debemos atender. La primera, tiene que ver
con la falta de atención que muchos padres de familia observan con sus hijos,
es cierto que el contexto actual ha obligado a muchas familias a que tanto
padre y madre tengan que laborar y dejen de prestar atención a los hijos, sin
embargo, no es motivo contundente para un abandono total, el nuevo modelo de
familia ya no tan sólida y unida debe plantear más retos y acciones que
remembranzas y añoranzas de lo que un día fue. Ya no hay retorno a la familia
tradicional que a algunos nos tocó vivir. En segundo término, el arma que
portaba el atacante hace surgir preguntas insoslayables: ¿Cómo obtuvo el arma? ¿Desde
cuándo tenía acceso a ella? ¿A quién pertenecía? Es cierto que gran parte de la
recurrencia de matanzas terribles en los Estados Unidos obedece a la facilidad
que otorga el sistema para adquirir de manera legal armas, sin embargo, en
nuestro país, a pesar de estar prohibidas en determinado calibre y con serias
restricciones, es la misma corrupción del sistema la que permite acceso a las
mismas de manera ilegal. La facilidad de obtener armas en este país es bastante
aterradora. Finalmente, cada centro educativo debe establecer filtros que
permitan detectar alumnos con problemas o aflicciones psicológicas o mentales,
y aunque no pueden ser contundentes, por lo menos coadyuvan a disminuir
porcentualmente el riesgo de un suceso de esta naturaleza que hoy tiene
atemorizada a nuestra sociedad. No es un
tema que deba ser abordado con ligereza, pero tampoco me parece que estamos
viendo un suceso que inaugure una estela de matanzas escolares al estilo
estadounidense, ni mucho menos que existan grupos fundamentalistas que recluten
suicidas para cometer atentados sin fines específicos. Este suceso nos debe
plantear retos: las redes sociales llegaron para quedarse, la familia ya no es
sinónimo de padres en casa y nuestro marco legal seguirá siendo poroso en el
tema de la prohibición de armas de fuego. No es una tarea solo de padres e
hijos, es una tarea de un tejido social completo.