Empecemos por lo básico: hay una confusión tremenda sobre el concepto de moralidad, el cual siempre es usado a conveniencia por el grupo del que se trate. Por ello debemos regresar a la raíz, es decir, a la filosofía, y entender en ese sentido la moralidad de una ley o un conjunto de leyes. Desde esta perspectiva, me parece apropiado citar a Holbach, quien asegura que la moral es el conocimiento de lo que el ser humano debe hacer o evitar para conservar la estabilidad social. No se trata de lo que muchas personas temerarias se atreven a señalar como lo correcto o incorrecto y que piensan que tienen el poder maniqueo de definir cuál es cuál. Debemos entender, que el Estado (y mucho menos las personas) no es un constructor de valores morales desde el punto de vista de lo bueno y lo malo, sino de valores éticos, y la ética es el conjunto de reglas establecidas en un documento que deben guiar la conducta de los hombres en sociedad, en lo que corresponde a su relación con los demás, no a sus decisiones personales que solo le afectan a cada individuo. Por ello Stuart Mill era enfático cuando aseguraba que la moral corresponde al reino de las libertades individuales. Es cierto que hay muchas morales, pues el concepto se ha prostituido demasiado y se han borrado las bases filosóficas del mismo. Entendiendo el sentido de Holbach, la moralidad debe buscar la estabilidad o el equilibrio en la sociedad, es decir, evitar que esta se derrumbe. La legalización del aborto, la legalización de las drogas, la legalización del matrimonio y adopción gay, la legalización de muerte asistida, son leyes que buscan ese equilibrio social, pero que inquietan a muchas mentes anacrónicas que usan la moral religiosa u hogareña para arremeter contra resoluciones que buscan la inclusión de minoras o de derechos de unos cuantos que aseguren equilibrio al respetar las libertades de cada persona dentro de una democracia. Ahora bien, qué es lo que busca AMLO con su llamado a una constitución moral, sin intentar ser un intérprete semántico de significados subrepticios, me atrevo a asegurar que se trata de leyes justas, que no lastimen, que no excluyan, que no beneficien a unos cuantos y perjudiquen a muchos. Nuestras leyes actuales castigan ejemplarmente el abigeato o robo de ganado con cárcel sin derecho a fianza y es laxa con delitos como el peculado al no ser considerado este último delito grave, nuestras leyes prohíben monopolios, pero el Estado siguen siendo el único generador de electricidad, nuestras leyes mantienen el fuero a legisladores cuando dice que todos somos iguales, nuestra constitución prohíbe la discriminación cuando en muchos estados las personas del mismo sexo no pueden contraer matrimonio o adoptar hijos, nuestra constitución dice que nadie puede ganar más sueldo que el presidente de la república y cientos de funcionarios ganan más que él. Una constitución moral, sería un texto que fuera congruente y sobre todo que se aplicara sin excepción, una constitución moral, sería aquella que ciertamente buscara el equilibrio en la igualdad respetando siempre los derechos y las libertades individuales de cada persona. De eso se trata una constitución moral, no de lo que muchos “moralistas improvisados o autodenominados” piensan y se imaginan que de pronto un texto así limitaría el derecho de cada persona a tomar sus propias decisiones en su vida diaria. La moral no la impone ni la religión, ni las personas, ni el estado; la moral se desprende de la ética como conjunto de leyes justas que busquen el equilibrio social. Los valores como la bondad, y lo correcto son tan subjetivos que se enseñan en cada hogar de forma distinta, pero las leyes no pueden ser subjetivas y en ello estriba una constitución moral.