De pronto una avalancha de comentarios peyorativos de antilopezobradoristas que aún no asimilan la derrota electoral, se hacen presentes en el sentido de que el ya presidente electo ha tomado un protagonismo que parece dirigir la agenda política nacional, ello a pesar de que aún no toma protesta legal como presidente de la república. Que si el presidente electo se ha reunido con líderes de otras naciones, que si está ya negociando el tratado de libre comercio con los Estados Unidos, que si ha acumulado tanto poder que ha liberado de prisión a Elba Esther Gordillo, y un sinfín de comentarios que algunos de ellos rayan en disparates sin sentido que solo dejan ver una especie de resentimiento o daño psicológico que solo será superado con una buena dosis de resiliencia. No obstante, el fenómeno de acaparación mediática es bastante normal y hasta justificado, en primer lugar, se trata del presidente “electo”, quien habrá de dirigir el destino de nuestro país durante los próximos seis años, por lo que la cobertura personalizada que cubre sus movimientos debe incrementarse considerablemente. En segundo lugar, al tratarse del próximo jefe de la nación, posee una autoridad moral que pronto habrá de formalizarse y que lo obliga a inmiscuirse de forma total en los aspectos políticos, económicos y sociales de la nación, desde los nombramientos de su futuro gabinete, pasando por reuniones con miembros del gabinete saliente para preparar el proceso de entrega-recepción, hasta la reunión con miembros de organizaciones sociales, gobernadores, líderes de organismos no gubernamentales y jefes de otros estados con quienes habrá de lidiar en algunos casos y negociar en otros; es decir, no se trata de protagonismo ni de actos anticipados de gobierno, sino de un ritual político previo a la asignación de una investidura que requiere de relaciones previas para preparar un escenario de cambio de poder acompañado de acciones ya encaminadas hacia el logro de objetivos determinados. Introduciendo un símil: imposible concebir una relación sentimental que culmine en boda sin una relación previa de noviazgo en donde se toman decisiones que asemejan un matrimonio sin que este lo sea. Todas estas causas vuelven la presencia de AMLO un foco de atención que se confunde fácilmente con poder de decisión prematuro, no obstante, cierto estoy que el elemento que más incide en el brillo del presidente electo es la ausencia de poder o vacío presidencial en la figura del actual presidente Enrique Peña Nieto, pues se trata de un vacío que se percibe por doquier, y que es evidente por dos causas, la primera de ella, es la natural culminación de su sexenio que inexorablemente termina, aquí la frase de “el rey ha muerto y que viva el rey” es más que apropiada, sin embargo, la segunda causa es la que más abona al vacío de poder y se trata de la sombra de un gobierno fallido, que no supo resolver problemas de seguridad, sino que los incrementó, de un gobierno marcado por casos escandalosos de corrupción que lastimaron a la sociedad y signaron la suerte política del PRI en la pasada elección, de un gobierno que se va con un escándalo más de endeudamiento, un gobierno al que ya nadie o pocos se atreven a recordar, un gobierno que se ganó a pulso el olvido y la falta de atención en el ocaso de su existencia y que por su mediocridad parece haberse hecho a un lado y dejar que la transición acapare toda la farándula para retirarse en el mayor silencio posible, se trata, pues, de un vacío presidencial que consecuentemente encumbra y cede su protagonismo a su próximo sucesor.