jueves, 5 de julio de 2018

EL MIJIS


Se trata de una historia tan lamentable y tan común: atavismos mentales y prejuicios peyorativos por vestimenta, lenguaje, estatus social, etc. El que Pedro César Carrizales, diputado local electo en el Estado de San Luis, reciba una serie de comentarios peyorativos y denostativos hacia su persona minimizando su derecho a ocupar un cargo de elección popular al ser señalado como “cholo” o delincuente, habla del grado de intolerancia de una sociedad que sigue definiendo a una persona por su vestimenta. Y es que, si se tratara de capacidad, en nuestro país la legislación constitucional establece requisitos mínimos para acceder a cargos de elección popular, y la mejor prueba la podemos observar en los tres niveles de gobierno, en donde contamos con regidores, diputados locales; federales y senadores con estudios mínimos de educación básica, muchos de ellos sin experiencia en el sector público y que se dedican ni más ni menos, que ha crear las leyes que nos rigen como ciudadanos. Por ello, es que debo suponer que su nivel de estudios o conocimientos legislativos no es puesto en tela de juicio por los detractores de la elección de El Mijis, pues no hay argumentos para exigir de él conocimiento fulgurante sobre temas legislativos. Tampoco se trata de criticar al partido que acaba de arrasar las elecciones del pasado primero de julio, pues todos los partidos, sin distinción han sido representados en contiendas electorales y en alguna cámara del congreso de la unión por personas de dudosa reputación o de dudoso profesionalismo, y además cuentan entre sus filas a personajes tan nefastos que han sido acusados de crímenes y delitos federales como narcotráfico, peculado, asesinato, lavado de dinero, etc. Por su parte, El Mijis, ha sido señalado por contar con antecedentes penales, al respecto, el hecho de haber llegado a un escaño del congreso, significa que ha pagado por esos delitos al recuperar sus derechos políticos que le permitieron ser votado y que invariablemente se pierden al pagar una condena en prisión. En otras apalabras, el diputado electo ya ha cumplido con la pena impuesta por sus faltas contra la sociedad.
Se mencionan en su favor actividades altruistas en beneficio de jóvenes con entornos complicados y su lucha contra la discriminación, sin embargo, aunque loables hazañas y actividades, no debe siquiera buscarse un solo elemento para justificar su incursión a la vida política de su Estado, pues el solo hecho de cumplir con los requisitos establecidos por la ley para poder ser registrado como contendiente electoral debe ser suficiente para que participe. En base a lo aducido, nos vemos entonces inmersos en un claro escenario de discriminación que atenta en primer lugar contra nuestra constitución que menciona en su artículo primero: “Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.” Y El Mijis tiene el mismo derecho a un cargo público que cualquier persona en este país. En segundo lugar, atenta contra nuestra misma democracia, pues el principio de pluralidad se ve afectado y daña a todas las minorías por el solo hecho de no agradar a visiones convencionales genéricas que intentan definir quién o quiénes tienen derechos en este país. Un retroceso más para nuestra democracia.