La hora ha llegado; el sexenio 2012-2018 agoniza y con
ello el proceso electoral que dio inicio en octubre del año pasado, ha llegado
a su fin. Es momento de que el grueso de los mexicanos, mediante el ejercicio
del sufragio, decidamos el futuro de este país para los próximos seis años. Independientemente
de las opciones políticas que se ofertan en esta elección y dejando de lado las
preferencias electorales medidas a través de encuestas que definen claramente
un contendiente favorito entre la población, no cabe duda de que este proceso
es la oportunidad de que los mexicanos hagan valer un derecho político que ciertamente
es una característica esencial de nuestra democracia, me refiero al derecho al
sufragio. Y es que es preciso señalar que los dos pasados procesos electorales
federales en que elegimos presidente, es decir, 2006 y 2012, observan una
particularidad en común, y es que los niveles de participación en esas
elecciones no han podido superar los niveles de participación de la elección
del 2000, año considerado como el de la alternancia política y de la democratización
de nuestro sistema político; como si los votantes se hubiera desilusionado de la
actuación de gobiernos diferentes al llamado oficialismo. Por ello, es
importante que como ciudadanos sigamos participando sin perder el entusiasmo y
la virtud cívica de la participación. Por otro lado, otra razón muy poderosa es
la económica, pues el costo total de la elección de 2018, teniendo en cuenta el
gasto electoral que incluye tanto al INE como al TEPJF, más las prerrogativas
de los partidos políticos, tenemos como resultado un costo de más de 28 mil
millones de pesos, gasto que resulta bastante cuestionable si tenemos en cuenta
que en la pasada elección no votaron el 40% de los mexicanos con derecho a voto,
por lo que tenemos entonces recursos invertidos sin beneficio alguno. Así mismo,
debemos ir a votar para fortalecer la representatividad y la legitimación de
quien resulte electo, es decir, del 60% de ciudadanos que votan, sus votos se
fraccionan entre las diversas opciones políticas, por lo que regularmente 4 de
cada 10 mexicanos son los que deciden por los otros 6 el futuro económico,
social, educativo, político y cultural de este país durante seis años. De igual manera, es importante señalar que no
solo elegiremos presidente de la república, sino diputados y senadores y en
algunos estados cargos de elección popular locales como ayuntamientos, por lo
que tenemos el poder de dejar en el camino a candidatos a diputados, regidores,
alcaldes y senadores cuyas propuestas o trayectorias sean mediocres o cuestionables
y no cumplan con las expectativas de lo que las necesidades de una comunidad reclaman.
Ya sea por incrementar los niveles de participación
ciudadana en un claro fortalecimiento de nuestra democracia electoral, ya sea
por no desperdiciar recursos ya asignados a nuestro sistema político, ya sea
por otorgar certeza de mandato a quien nos gobierne desde la presidencia o la
alcaldía, o nos represente ante el congreso, o bien ya sea para dar castigos u
oportunidades a políticos de cualquiera de los tres ámbitos de gobierno, los
ciudadanos no podemos perder la oportunidad de dejar de lado un derecho que nos
vuelve piezas fundamentales en la construcción del futuro de nuestra nación. Así
que sin dilaciones no excusas: todos a votar.