Los resultados electorales del
pasado domingo primero de julio solo fueron la validación de lo que las múltiples
encuestas ya dejaban ver: Andrés
Manuel López Obrador arrasó como nunca en la historia de nuestra democracia
moderna en la contienda presidencial, su efecto, no solo se dejó ver en la
elección de renovación del ejecutivo, sino que ha obtenido a través de su partido
la mayoría en las dos cámaras del congreso de la unión. Su victoria puede ser
entendida desde diversas ópticas, no obstante, el común denominador de quienes
votamos por su propuesta es un claro “ya basta” ante los resultados de dos
gobiernos que no supieron conducir hacia el desarrollo a esta nación. El PRI y
el PAN tuvieron la oportunidad de gobernar durante los últimos 18 años, y como
resultado nos han dejado un país en llamas, hundido en la violencia bajo la
sombra del Estado fallido, la corrupción generalizada en todos los ámbitos de
gobierno y en todos los rincones de país, niveles de pobreza insultantes y
crecimiento económico desigual y mediocre. Ante el magro panorama, la izquierda
reclamaba una oportunidad para poder ser partícipe de la resolución de los
grandes problemas que azotan a nuestra nación y sociedad, en el entendido de que,
a la derecha y centro izquierda, como suelen autodefinirse el PAN y el PRI,
respectivamente, se les acabaron las ideas para encauzar, por lo menos, a
nuestra nación en las vías del desarrollo. Es preciso señalar que se ha satanizado
intencionalmente a los gobiernos de izquierda como provocadores de crisis
económicas y gobiernos autoritarios, no obstante, además de la ignorancia sobre
el éxito de muchos gobiernos de izquierda, el mismo término no ofrece más que
una forma diferente de abordar temas económicos, sociales, culturales sin que
ello signifique necesariamente un riesgo para una nación. Un claro ejemplo de
un gobierno de izquierda exitoso en América Latina, es sin duda Bolivia, quien,
bajo el mando de Evo Morales, indígena, por cierto, ha conducido acertadamente
dicha nación eliminando al cien por ciento el analfabetismo, disparado el crecimiento
económico y ha colocado a la nación como la más desarrollada de América del Sur
bajo reformas bastante inclusivas. El llamado “milagro boliviano”, es el mejor
ejemplo de lo pragmática que puede ser la izquierda a la hora de gobernar. Ejemplos
todavía más exitosos hay en izquierdas europeas, no obstante, el caso
bolivariano puede ser usado dentro de un contexto parecido al nuestro. En lo personal,
es imposible que en un sexenio se puedan revertir los males que han infestado a
nuestro país, para ello se necesitan quizá dos o tres sexenios bajo un mismo
enfoque político-administrativo para consolidar políticas públicas, no
obstante, AMLO promete ser punta de lanza en acabar con el principal flagelo
que nos azota: la corrupción, y eso, de entrada, supone ser un hito en la triste
historia de nuestra nación desde los tiempos de López Portillo de “administrar
la abundancia”, pero en beneficio de unos cuantos. La izquierda que representa AMLO
es pragmática, inclusiva (aunque ello le genere críticas), socialmente enfocada
y con claros visos de igualdad, esperemos que
la mayoría que tiene en el congreso le permita consolidar los proyectos que
ciertamente son ambiciosos, que dejan más dudas que certezas, pero que son la
esperanza en la que millones decidimos confiar, conscientes, desde luego, que
los cambios estructurales tardan tiempo en ofrecer resultados.