Mucho se ha discutido sobre el tema, pero la mayoría
son simples opiniones sin sustento científico o académico. Los profesores se
irritaban con el concepto cuando se estrenó la reforma educativa del actual
gobierno federal, se trata de la “idoneidad.” La palabra encierra toda una
serie de acepciones y contenido que desde luego se presta a la discusión, pues
hay quienes afirman que una persona se puede volver experta en una actividad al
realizar repetidamente por meses o años y que aquí la idoneidad ya no aplica,
pues el concepto de idoneidad hace referencia a rigurosa preparación académica.
Desde luego que es un argumento de defensa para quienes lamentablemente no
estudiaron y defienden a capa y espada sus respectivos quehaceres. Pero vayamos
directo a un tema escabroso: la idoneidad de los individuos que trabajan dentro
de la administración pública en cualquiera de sus tres niveles. Siempre he
sostenido que gran parte de que los pueblos no se desarrollen es porque son
gobernados y administrados por personas carismáticas, pero sin perfil académico
de acuerdo a sus funciones, lo que provoca actuaciones simplemente mediocres en
el mejor de los casos, pero que la misma camaradería entre conocidos se lo
perdonan porque los lazos son más emocionales que racionales. Nada bueno se
puede esperar de un regidor o un director de área o departamento que no tiene
estudios profesionales o que teniéndolos se desenvuelve en un área totalmente
ajena a su formación. El panel de expertos para la conformación de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), señalan una conclusión que es
contundente: “La idoneidad se determina a partir del “expertise”, los
conocimientos técnicos, la independencia, la trayectoria profesional y la
probidad de las y los postulantes. Con base en dichos criterios se pueden
elegir a las personas más competentes, porque ser bueno no significa ser idóneo
para un cargo.” El político argentino
Rafael Bielsa afirma que “nada desacredita más a una gestión administrativa que
los nombramientos arbitrarios, cuando estos carecen de idoneidad.” El problema
es que los nombramientos se originan en base a compadrazgos, amiguismos,
simpatías, y jamás se toma en cuenta el aspecto de los perfiles académicos, por
ejemplo. No se trata de desprestigiar ni desacreditar a nadie, pero la falta de
perfiles adecuados en determinadas funciones son la causa del marasmo que impide
el crecimiento y desarrollo de pueblos. Las políticas públicas requieren de un
diseño especial que reclama personas que conozcan sobre el tema, no personas
con buenas intenciones y carisma que de pronto enarbolen una bandera de cambio,
pero sin rumbo. Así como la reforma educativa reclamaba la idoneidad obligando
a los profesores a presentar un examen, el cual no tiene nada de malo,
partiendo de la idea de que los profesores son profesionales que se actualizan
constantemente, así mismo la sociedad debe exigir a los gobernantes que
apliquen criterios o filtros para que sus colaboradores cumplan con ciertos
requisitos para la ejecución óptima de sus funciones. El trabajo que en lo
personal he venido realizando mediante el barómetro del cabildo en la región de
los cinco manantiales, arroja datos sobre idoneidad bastante lamentables, ello
explica la causa de que sobreabunden las buenas intenciones, pero el desarrollo
no asome por ningún lado.