Cuando inicié como director
en la preparatoria Jaime Lozano Benavides de la UAdeC, lo primero que hice fue
eliminar los columpios metálicos. La decisión fue, desde luego, criticada por
muchos alumnos que disfrutaban de hacer uso de los mismos. La decisión que tomé
no fue jamás por romper con el pasado inmediato que representaba la dirección anterior,
sino por razones de seguridad, pues en lo personal me tocó llevar a alumnos
descalabrados por caer de dichos columpios. Mi decisión, pues, estribaba más en
razones de seguridad que en “romper con el pasado”. Al respecto, y guardadas
todas las proporciones, no hay un solo documento normativo que defina el color que
una presidencia municipal debe presentar. La misma obedece, pues, al llamado
estilo personal de cada alcalde en turno. Si el ex alcalde de Allende, Reynaldo
Tapia, disfrutaba el color amarillo y había decidido pintarla de ese color, fue
una decisión que en su momento él tomó y que ciertamente fue criticada. Hoy, la
nueva administración pinta de otro color la presidencia de Allende, pero no
solo se trata de pintarla, sino que dicho cambio de imagen va acompañado de una
preocupante serie de diatribas lanzadas contra el pasado inmediato. Arguyendo razones
de neutralidad, de pronto más que parecer realizar un cambio, me parece que lo
que se presenta es una satanización del pasado que en nada abona para la construcción
de las bases de la nueva administración. Es cierto que las acciones se deben “cantar”,
difundir, presumir, diseminar, pero nunca con la intención de que el cambio más
que prometedor se vuelva un odio y fobia hacia el pasado. Si hay irregularidades,
que se presenten las pruebas y que se actúe en consecuencia, pero que no se
pretenda sembrar el odio en los ciudadanos asumiendo un papel de transformación
que solo busca marcar distancia en lo forma, pero no el fondo. Falta mucho
camino por recorrer, y es preciso señalar, que cada administración, deja su
sello y su frase por donde quiera que se haga presente, desde los recibos de
agua, hasta las patrullas de seguridad pública, y esas acciones son las mismas
que pintar de un solo color el pueblo. Habrá que ver si entonces no vemos el
logo de “sumando acciones” hasta en la sopa, si es que se pretende realmente
criticar el llamado estilo personal de gobernar. Definitivamente, esta es la oportunidad
de que un gobierno abandone ese viejo esquema de personalizar o de privatizar
los espacios públicos, y definir, por medio de una reglamentación a través de
cabildo, las bases para establecer colores neutrales consensados con todas las
fuerzas representadas en dicho recinto, y que entonces la idea de romper con el
pasado no sea para satanizar acciones que beatifiquen por si solos a los nuevos
inquilinos de la presidencia municipal, sino que realmente se pretenda hacer un
bien a futuro y que, ciertamente, supone hasta un ahorro en pintura, lonas, serigrafistas,
etc., que es mucho más loable que solo decir con acciones y discursos cargados
de tácita agresividad que se están haciendo las cosas bien. Apenas es
incipiente la nueva administración, la idea de hacer la diferencia es urgente,
necesaria y apremiante, en lo personal la he sentido, pero que hacer la diferencia
no se transforme nunca en justificar cualquier acción solo por el hecho de
romper con el pasado.