En muchos aspectos,
el precandidato a la presidencia de la república, Andrés Manuel López Obrador,
es bastante cuestionable en sus discursos. Es cierto que enarbola una bandera
discursiva de cambio, de combate a la corrupción, pero en muchas ocasiones, el
tabasqueño suele dispararse al pie dejando más dudas que certezas. Éste iconoclasta
personaje de pronto vuelve esperanzadores sus discursos, y otras veces preocupantes.
Uno de los temas sobre los cuales no quita el dedo del renglón, sin duda, es
sobre su intención de suprimir la reforma educativa, de dejar sin efectos sus
beneficios. Es cierto, cuando se intentan hacer las cosas bien, como lo manda
la ley, muchos intereses suelen verse afectados o incomodados y las resistencias
comienzan a aparecer. Eso sucede cada vez que se pretende aplicar la
normatividad dentro de un sistema viciado. El diagnóstico inicial era y es
bastante aciago, lamentable y preocupante, pues nuestro país es prácticamente
una nación de reprobados en rubros como calidad del aprendizaje; promedio de
permanencia y escolaridad; nivel y distribución del gasto público; competencias
como lectura, matemáticas y ciencias; falta de condiciones básicas en los
planteles y desigualdad de servicios educativos en las poblaciones más
vulnerables, entre otras debilidades estructurales que simplemente no se pueden
negar. La reforma al sistema educativo era, por mucho, más que indispensable. Al
respecto y derivado de las negociaciones del llamado “Pacto por México”, se
logró acordar la reforma al sistema educativo, que estaba dividida en dos
grandes momentos, y sobre los cuales la gran parte de los docentes no comprendían.
El primer momento, era meter en cintura a la diletancia de muchos profesores
que simplemente no cumplían con los requisitos para atender a una nación de
reprobados y que, en vez de ayudarlos, los hundían muchos más, y para esto se
planteó evaluar a los docentes, como ciertamente debe suceder, para asegurar la
calidad de su permanencia frente a grupo. Del mismo modo, regularizar la
situación de muchos maestros que cobraban hasta dos o tres plazas sin laborar
en ninguna de ellas. Es por ello que muchos maestros argumentaban que se
trataba de una reforma eminentemente laboral, pero era solo la primera de dos
partes, además de ser sumamente indispensable, pues la única forma de conocer
la realidad y mejorarla, es mediante la evaluación, además de que era urgente
detener el abuso de muchos maestros comisionados o aviadores que cobraban sin
trabajar. La segunda parte, que a mi juicio es el alma de la reforma, modificó
contenidos, esquemas se aprendizaje, potenció el desarrollo de competencias y
puso especial énfasis en el desarrollo socioemocional, por lo que, con esta
segunda dosis, la reforma estaba completa y era simplemente idónea. Por ello,
inquieta de sobre manera que el líder de MORENA esté pensando en dejar sin
efecto el desarrollo de la misma al argumentar que con o son reforma, lo poco o
mucho que sabemos, se lo debemos a un maestro. Lo cierto es que los indicadores
no mienten y lejos de ser una nación con ciudadanos que saben poco o mucho, prácticamente
somos una nación de reprobados. Mala, pésima y bastante fuera de lugar la
propuesta de eliminar la reforma, solo para darle gusto a algunos viciados que no
desean realizar un esfuerzo más del que los mantenía en estado de confort. Tal
parece que por votos, se puede sacrificar el futuro de este país.