miércoles, 20 de diciembre de 2017

UNIONES INSÓLITAS

A la ecuménica frase: “en el amor y la guerra todo se vale”, le faltó que se le agregara el término “política”. En efecto, para ganar una guerra u obtener un amor, cualquier método es válido, siempre y cuando se logre el objetivo deseado. Maquiavelo perfeccionó la frase, pero dentro de la arena de la política, con su estribillo clásico de “el fin justifica los medios”, el autor de El Príncipe, aseguraba que, en política, cualquier estrategia u acción por más vil y soez que esta fuera, era aceptable con el fin de lograr la meta fijada. En la actualidad, y usando un término un poco más sofisticado, pero sin duda más formal, se hace uso del término “pragmatismo político” para hacer alusión a extrañas uniones que de pronto parecieran chocar en cuanto a sus dogmas y principios, pero que, en la búsqueda de objetivos últimos y comunes, también parecieran olvidar esas abstractas diferencias y unir esfuerzos para alcanzar objetivos en comparsa. En lo personal, el pragmatismo político es una estrategia que busca dejar de lado diferencias para sacar adelante objetivos genéricos y no particulares. El pacto por México, que unió a todas las fuerzas políticas a inicios del sexenio del actual presidente Enrique Peña Nieto, fue una ejemplar muestra de pragmatismo político, pues los partidos dejaron de lado sus ideologías que de manera bastante constante los volvían antagónicos e irreconciliables y que tornaban cualquier discusión o iniciativa en digresiones que finalizaban en encono llenos de argumentos viscerales y poco utilitarios. Pero el pragmatismo es anatema para muchos puritanos que no pueden entender uniones de partidos como MORENA y el PES, como PAN y PRD, que ciertamente poseen andamiajes ideológicos bastante disímbolos y asimétricos. Más allá de objetivos a largo plazo, este tipo de uniones buscan unir prerrogativas constitucionales, pues la ley electoral les permite unir sus tiempos a los que tienen derecho en radio y televisión, así que, para empezar, las uniones tienen bien definido el objetivo a plazo inmediato que definitivamente les beneficia en una sociedad verdaderamente mediatizada. Pero las uniones insólitas no son taxativas a la política mexicana, y para que los aterrados por estas alianzas descansen un poco, es apropiado mencionar algunas alianzas que sin duda demuestran que estas son más comunes y benéficas de lo que pudieran parecer. Impensable para muchos ver a rusos y estadounidenses unidos en alianza contra Alemania en 1943 para ganar la segunda guerra. 40 años después, la “perestroika” demostraría que las ideologías salen sobrando cuando de objetivos de gran calado se trata. El pacto de la Moncloa entre Falangistas y Socialistas en España, unió posturas que parecían inconciliables para llegar a procesos sólidos de paz. En México, los exgobernadores Juan Sabines y Zeferino Torreblanca, solo por citar dos ejemplos, lograron la victoria uniendo las ideologías de izquierda y derecha representadas por PRD y PAN, para con ello consolidar sus proyectos políticos. En otras palabras, más allá de atavismos mentales que se oponen, se asombran o no conciben la posibilidad de que dos o más partidos o ismos antagónicos puedan convergir en una solo línea de acción para conseguir objetivos que rebasan sus propios principios; lo que debemos hacer sin duda alguna es asimilar que los tiempos del conservadurismo murieron cuando Juárez decreta las leyes de reforma, que el pensamiento anacrónico solo nos ancla al pasado y nos condena a la inmovilidad, que las visiones unívocas y aisladas nos condenan al fracaso ante la ausencia de proyectos nutridos de nación.