Desde luego que iniciamos mal el año en México en
cuanto a indicadores económicos se refiere. De pronto el INEGI nos dice que registramos
el nivel de inflación más alto de los últimos 17 años, gran parte de esta alza
inflacionaria estriba en el aumento de la gasolina que fue el resultado de la
liberalización del precio de la misma. Pero las malas no terminan ahí, y si el estribillo
que reza que lo mal empieza, mal acaba, entonces debemos empezar a preocuparnos.
El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Económica para
América Latina, han establecido sus previsiones de crecimiento económico para
la región de américa latina y, particularmente, de México. En lo que respecta a
los tres países que más crecerán, lamentablemente México no está incluido, y
los nombres que suenan son: Panamá, República Dominicana y Nicaragua, mientras
que las expectativas de crecimiento de nuestro país radican en un aspecto tan
volátil como lo es la negociación sobre el TLCAN. Las mejores estimaciones
hablan de un crecimiento de un 2.1%, pero no solo depende de las negociaciones
del NAFTA, sino de otro aspecto mucho más volátil: las elecciones presidenciales
del mes de Julio. Y es que, si las elecciones fueran el día de hoy, la
izquierda se alzaría con el triunfo y probablemente esto ocasionaría la fuga de
algunos capitales o la simple incertidumbre ante el desconocimiento sobre el
camino que tomaría el nuevo gobierno y esto sin duda traería consigo una ralentización
de nuestra economía. Lejos, muy lejos estamos de esa promesa del ex presidente
Vicente Fox cuando prometió hacernos crecer al 7%, y tal vez ese atrevimiento,
contrastado con nuestra realidad que nos dice que desde el año 2005, nuestra
economía ha crecido un promedio de 2.5%, es la que incentiva a muchos políticos
a no volver a prometer ese tipo de escenarios que bien valdría preguntarnos si
realmente podemos hacerlo. Es decir, la noticia del BM, FMI y la CEPAL es más
alarmista que preocupante, pues en realidad nos dicen que seguiremos con la
misma historia que nos caracteriza desde hace ya varios lustros. Quizá lo que
deba preocuparnos realmente es el nivel de inflación que se espera para 2018,
pues si el crecimiento seguirá igual, lo que realmente nos puede dañar es un
aumento general de los precios, sobre todo porque no se espera que el gobierno
actual, en pleno año electoral, permita una escalada de precios que termine por
enterrar sus aspiraciones de permanecer en el poder otros seis años más. La inflación
podría detonarse por una simple acción: aumentar los precios de la gasolina,
situación que se está dando, pero que no ha generado la escalada inflacionaria
que se esperaba. ¿Cómo es esto posible? Fácil, el gobierno está manipulando el
IEPS para amortiguar todo el incremento de la gasolina y sus desastrosos efectos
para evitar se afecte la imagen de su candidato con miras a la sucesión
presidencial. En otras palabras, nuestro crecimiento estancado será afectado
por un golpe inflacionario después de las elecciones de julio. Si a esto
agregamos una posible cancelación del TLCAN y el cada vez más terrible endeudamiento
gubernamental, el panorama no es para nada alentador y el 2018 nos llena más de
deudas que de certezas.