Reflejo de homofobia, machismo
y misogina fueron los calificativos con los que la Comisión Nacional para la
Prevención de la Discriminación (CONAPRED) se refirió de manera categórica y
bastante sugestiva con respecto al grito de “puto”, que de manera constante se
repite en estadios de fútbol cada vez que el arquero despeja el balón de su
área. De pronto se volvió una campaña nacional contra este grito tan mexicano
que ya era parte de la jerga futbolística nacional. No obstante, el rimbombante
grito no se circunscribió a los estadios, sino que de pronto vemos la
repetición del mismo en un recinto, que, si bien es sabido por todos, no está
integrada por ciudadanos distinguidos, sino por políticos que no se caracterizan
por su inteligencia ni valores democráticos, en donde debe permanecerla mesura
y prudencia al tratarse ni más ni menos que el origen de nuestro sistema legal
y en donde los mexicanos de una u otra manera nos encontramos representados. Para
muchos la escena fue cómica, pero la realidad es que Arlet Mólgora Glover,
integrante de la comisión de Alerta de Género; Sara Latife Ruíz Chávez, integrante
de la comisión de Derechos Humanos, ambas legisladoras por Quintana Roo, así
como Rocío Montoya Díaz, representante del Estado de México, Jasmine Bugarín
Rodríguez, de Nayarit e integrante de la comisión de la juventud e Himelda
Félix Niebla, legisladora por Sinaloa e integrante de la comisión de justicia,
todas ellas pertenecientes al grupo parlamentario del PRI, solo dejaron ver su
nula capacidad para escuchar puntos de vista diversos a los suyos; la falta de
madurez tanto personal como política al gritar frases como: “quiere llorar”, “fuera”,
frases que por cierto se escuchan regularmente solo el infantes; así como la
total falta de congruencia con sus pueriles y diletantes actos con las
comisiones en las que están insertas, pero cuyos cometidos parecen desconocer,
pues los calificativos de la conapred sobre la palabra “puto” parecen ser
enemigos de comisiones como la de Derechos Humanos, Género y Justicia. Habrá
quienes de pronto ya estén acostumbrados a ver este tipo de sucesos en nuestro
congreso. Y es cierto, nuestra clase política no se caracteriza por ser integrada
por personas con sólida calidad moral, académica o axiológica, sino todo lo
contrario: diletantes que la mayoría llegaron al poder gracias a la inversión
de recursos, compadrazgos, o influencia de apellido de abolengo, pero resulta
ser que mal de muchos NO es consuelo de nadie, mucho menos cuando se trata de
representantes populares que cobran altísimos sueldos por legislar para
beneficio de todos los mexicanos, no para exhibir sus debilidades democráticas,
sus carencias axiológicas y sus limitaciones intelectuales al proferir
expresiones que intentamos eliminar de la cultura del mexicano, pero que estas
tipas fomentan desde el recinto donde nacen las leyes en este país. En efecto,
esas distinguidas “damas” son el reflejo de nuestra realidad, pero no por ello
su accionar debe quedar impune. En lo personal pienso que debería haber un
punto de acuerdo para desaforar a estas legisladoras que lo único que
representan es lo que “NO DEBE EXISTIR” dentro de nuestra representación
política. Que sean destituidas inmediatamente, aunque la tarea parece
imposible, pues su líder de bancada asegura que las distinguidas solo gritaron “bruto”
y los errados somos los mexicanos que tenemos nuestra mente contaminada y
predispuesta a relacionar una palabra con otra, aunque literal y fonéticamente
sean muy distintas.