La noticia no podía ser menos paradójica, pues en
vísperas de elegir al nuevo fiscal anticorrupción, surge el escándalo del
vergonzoso desfalco que el gobierno federal, a través de diversas dependencias,
perpetró en detrimento de todos los mexicanos. No se trata de una cifra
minúscula, mucho menos de dependencias prescindibles para el desarrollo de
nuestro país, sino todo lo contrario. La cifra sobrepasa los siete mil millones
de pesos e involucra a 11 dependencias de la APF, destacando entre ellas
dependencias encargadas de combatir la pobreza, el desarrollo del campo y la
educación pública. Nuevamente vuelve el eterno tema de la corrupción que por
cierto involucra a algunas universidades públicas que se prestaron a la
felonía. De pronto parece ser la misma historia, solo que, con cifras
diferentes, la misma historia que lacera a un pueblo que lastimosamente parece
no inmutarse ante lo sucedido y que ve la noticias como una más de las
tragedias naturales de este país que no requiere más atención que la
trayectoria de nuestra selección rumbo a la copa del mundo y la proximidad de
nuestras fiestas patrias para celebrar que somos un país libre de males. Por
ello no sorprende tampoco que la carta fuerte del gobierno federal para ocupar
la fiscalía anticorrupción sea un funcionario que registró su Ferrari en un
domicilio falso en otra entidad para evadir impuestos. No sorprende que se
aproxime más de lo mismo. Que todo el acto de las disputas en el senado sea
solo un número circense que culmine en la vieja misma tragedia mexicana: “todo
cambia para seguir igual”. La pregunta obligada es ¿qué sigue después de
conocer el terrible desfalco del dinero de todos los mexicanos?, ¿qué sucederá
ahora que sabemos que de las más de 500 mil despensas para combatir la pobreza
solo se tiene registro de la entrega del 7% de las mismas a familias hundidas
en la pobreza? Me pregunto si todas estas oprobiosas acciones terminarán en una
simple denuncia de la ONG “mexicanos contra la corrupción y la impunidad”, o si
tal vez se enlistaran en los pendientes que deberá enfrentar el nuevo fiscal
ahora que sea designado por la cámara alta si es que se llega pronto a un
acuerdo. Vuelvo a insistir en lo mismo: podemos encontrar casos y más casos de
corrupción, podemos crear cientos de dependencias encargadas de encontrar
empresas fantasmas en donde se suele desaparecer el dinero de los
contribuyentes, no obstante, si la impunidad sigue incólume, de poco sirve
contar con súper dependencias y súper fiscales. Pero esto no es lo más grave,
lo verdaderamente alarmante, es la falta de acción de un pueblo que solo ve
pasar estas tragedias inmutado, apático, sumiso, que antepone siempre lo
trivial a lo trascendental, ya no hablemos de una mega manifestación de repudio
que se convierta en una primavera mexicana como ha sucedido en otras latitudes,
hablemos por lo menos de que los mexicanos se informen de lo sucedido y los
invada una sensación de indignación que los vuelva exigentes ante sus representantes
y solicitemos a través de los mismos se investigue y se castigue a los
culpables, sin necesidad de crear más burocracia para encontrar culpables. Me
preocupa terriblemente, mucho más que el desfalco que cierto estoy, es solo la
punta de un inmenso iceberg, que los mexicanos hayamos perdido la capacidad de
reacción ante estos perniciosos sucesos que solo comprometen terriblemente el
futuro de nuestro país y de nuestros hijos. Temo que lo sucedido, simplemente
se ahogue en un grito profundo, profuso y apasionado la noche del 15 de
septiembre.