viernes, 4 de agosto de 2017

LIMPIEZA TARDÍA

No se trata de una más de nuestras tragedias; sino que se trata de una condición lamentable de la idiosincrasia de los mexicanos: tapar el pozo luego de que se ahogó el niño; tal cual reza el estribillo popular. De pronto aparecen socavones en carreteras y provocan muertes, entonces se procede a buscar culpables y castigarlos e iniciar con las reparaciones de los desperfectos para que ya no vuelvan a ocurrir tragedias. Se escapa un peligroso criminal de prisión y se buscan también culpables y se realizan investigaciones para determinar acciones que eviten que lo mismo vuelva a ocurrir, y así sucede en cada ámbito de nuestra vida pública y como condición de mexicanos, en nuestra vida personal. No sorprende la infiltración del crimen organizado en una demarcación territorial de nuestro país, pues es sabido por todos que las corporaciones policiacas, principalmente las municipales, quienes por su fragilidad y vulnerabilidad estructural son fácilmente corrompidas por la delincuencia organizada. No obstante, lo que realmente sorprende es que el único bastión de seguridad que al parecer existía en nuestro país, que parecía blindado ante los embates del flagelo del narco, era la Ciudad de México. Por los motivos que fueran, que por cierto son varios, la CDMX se ostentaba como una ciudad libre de los terribles males que aquejan a la mayoría de los Estados en este tema. Lo sucedido en Tláhuac pone en tela de juicio esa falsa imagen de exención de “narcoproblema” que ostentaba la Ciudad de México. Las acciones, no obstante, en respuesta al abatimiento del líder de la organización criminal que encabezaba “El Ojos” resultan ser las mismas que emulan tapar el pozo luego del ahogamiento: limpieza y depuración de la policía y la fiscalía en dicha delegación. La pregunta es imprescindible: ¿no se supone que los criterios de controles de confianza para la contratación y permanencia de elementos de seguridad pública se aplicaban con tal rigor que por ello la Ciudad de México estaba fuera del mapa del narcotráfico en México? Esta operación limpieza solo denota que la contaminación estaba desde hace mucho tiempo sin que hubiera filtros que aseguraran la limpieza de los guardianes del orden. Me pregunto si la simple depuración de la policía traerá como resultado la contratación de mejores elementos que sean incólumes a la seducción del crimen organizado. Si esta condición es suficiente, entonces habrá de ser reproducida en todas las entidades del país con éxito, aunque me parece que, si tapamos el pozo, pero no enseñamos a nadar al niño y tampoco lo educamos en guardar su distancia ante un inminente riesgo, el resultado será el mismo: el niño ahogado, pero en otro pozo. La historia nos da lecciones, el narco es como la hidra: cortas una cabeza, y aparecen dos más. La solución va más allá, no se trata de recuperar la imagen de una ciudad que parecía blindada, se trata de establecer condiciones que le cierren la puerta a este mal. Se trata de comenzar a establecer protocolos nacionales en materia de seguridad pública que nos permitan delinear acciones tendientes a mermar el mal. La condición sine qua non de ser reactivos más que preventivos nos ha costado mucho como sociedad y como país; y el caso Tláhuac puede ser el inicio de un verdadero cambio, pues los poderes federales nunca habían visto tan cerca los estragos de nuestra realidad y quizá ello los ponga a buscar soluciones reales a problemas tan inveterados.