¿Y qué se supone que debía hacer el presidente con la
fotografía en que compartía un espacio con el cantante Julión Álvarez en sus
redes sociales oficiales? ¿Dejarlas ahí y continuar como si nada? ¿Puede un
político saber los negocios o manías de una persona determinada con quien desee
tomarse una fotografía? Es cierto que el presidente Enrique Peña es muy
cuestionable en cuanto a su desempeño en este sexenio, y es cierto que cometió
un error al aventurarse a poner como ejemplo para la juventud, y en público, al
cantante ahora señalado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos como cómplice
de actividades delictivas, no obstante, lo que definitivamente no tiene razón de
ser, es el linchamiento mediático, particularmente en redes sociales, del cual
es objeto el presidente por su complicidad con el posible delincuente al traer
a escena la frase de: “dime con quien andas y te diré quién eres”. De ninguna
manera nuestro presidente es culpable ni mucho menos cómplice de hechos
delictivos en contubernio con el cantante por el solo hecho de compartir una
fotografía, de la misma manera, Andrés Manuel López Obrador no es culpable ni
tampoco cómplice de José Luis Abarca, por tomarse algunas fotografías con él.
Muchos asesinos, delincuentes, conculcadores de la ley realizan sus felonías
con total discreción mientras aparentan llevar una vida normal, y en esa
tesitura desarrollan relaciones sociales que implican a muchas personas, sin
que ello signifique que esas personas sean cómplices de sus fechorías. Desde
luego que hay casos bastante evidentes, en los cuales no se puede ocultar la
suspicacia de personas que obtienen recursos de dudosa procedencia, pero ya es decisión
de cada persona continuar una amistad o no. Lo que sin duda es realmente
cuestionable, es la avalancha de diatribas proferidas por miles de mexicanos en
contra del presidente por la fotografía con el cantante indiciado. Desde luego
que el adecuado proceder de las autoridades era eliminar inmediatamente la
fotografía, pues no hacerlo sería fomentar la apología a la delincuencia a
reserva de la inocencia o culpabilidad del imputado. No hacerlo sería una
ofensa a la institución presidencial. Por supuesto que el linchamiento en redes
causa en el imaginario colectivo la idea de que el presidente mantiene
relaciones con personas de dudosa procedencia, pero coincidencias hay muchas,
tal cual le sucedió al ex presidente Calderón, al asistir a una fiesta en donde
otro de los invitados era Sergio Villarreal, “El Grande”, lo cual fue sin duda
una lamentable coincidencia que no puede ser contextualizada por muchos
mexicanos que solo buscan el mínimo error en un político para espetarle
complicidad haciendo uso de esa absurda frase de “dime con quién andas”. Las
fotografías y sus protagonistas no causan efectos vinculantes sobre posibles
malas prácticas, pues se trata de relaciones sociales y para el caso de
políticos en muchas ocasiones de simple diplomacia, lo cual está muy alejado de
la palabra “complicidad”. Como burla puede ser tolerado el linchamiento, pues
todos tenemos derecho a equivocarnos, pero lo que sin duda preocupa es la
seriedad con que muchos se están tomando este caso y que en realidad acusan
seriamente al mandatario. Y es la actitud de esas personas la que resulta lamentable
y hasta cierto punto deplorable, pues no podemos ser víctimas de la
impulsividad y decretar un veredicto inmediato axiológico y hasta punitivo que
solo refleja la falta de juicio y sentido común que nos debe caracterizar en
momentos como este. Lo que debemos exigir, es castigo a los indiciados en caso
de culpabilidad probada, y en caso de que así sea, remoción de funcionarios de
la PGR, porque sería una nueva humillación que sean autoridades de otros países
quienes vengan a señalar a nuestros culpables mientras nosotros no sabíamos nada
al respecto. Así de sencillo.