Como en cada proceso electoral, el fin de semana
previo a la elección las autoridades decretan una absurda medida carente de
sustento legal denominada Ley Seca, o en términos sencillos: prohibición de
venta de bebidas alcohólicas tanto es expendios dedicados a ese giro, como en
restaurantes y bares. La medida, realmente no ha tenido jamás sentido, y son
más las desventajas y los daños que provoca dicha medida que los supuestos
beneficios que se pueden obtener. Para empezar, el consumo de alcohol no se
detiene, simplemente los consumidores acuden en masa días antes de la
prohibición de venta y se abastecen de manera adecuada y quizá hasta en exceso.
La falsa idea de que la ley seca
mantiene sobrios a los votantes es tan absurda como el pensar que la sobriedad
los hará levantarse temprano el domingo de la elección para ir a votar en masa.
No obstante, más que falsos escenarios positivos, la prohibición trae una seria
afectación económica a restaurantes y bares que el sábado previo a los comicios
transmiten en vivo la final de la Champions League y a la cual cientos de
espectadores dejarán de asistir por la medida moralista de no permitir ingerir
ni una sola copa de vino o cerveza porque ello puede incidir directamente en
que el ciudadano no vaya a votar. No hay un solo estudio que avale que la
embriaguez previa a la elección incida en el abstencionismo ciudadano, me
parece que son otros factores, y no el alcohol, los que determinan ese fenómeno
electoral. Aunado a esto, el artículo 300 de la Ley General de Instituciones y
procedimientos electorales, en su segundo párrafo, menciona que “se podrán
establecer medidas para limitar el horario de servicio de los establecimientos
en donde se sirvan este tipo de bebidas.” Como puede observarse, la ley
menciona limitar horario, NO PROHIBIR LA VENTA. Hay una gran diferencia
conceptual entre limitar y prohibir. Finalmente, estados como Baja California y
la Ciudad de México no establecen este tipo de prohibiciones previas a la
jornada electoral y no han presentado anomalías diferentes a las que presentan
entidades prohibicionistas. Quizá lo único bueno en esos Estados, es que los
ciudadanos gozan de libertades que no limitan en lo absoluto su papel como ciudadanos.
Por lo mencionado, la sequía de alcohol en puntos de venta es absurda, carente
de sustento legal y científico y refleja el control sobre las libertades
individuales que de pronto manifiesta el Estado bajo un moralismo que solo
afecta al Estado liberal.