El daño ya está hecho, la sensación de impunidad
vuelve a hacer acto de presencia, el panorama se torna nuevamente aciago y
volvemos a cuestionar las reformas que vienen y van y que no resuelven los
problemas de fondo que nos agravian como sociedad. Y es que el amparo concedido
a Diego Cruz, uno de los jóvenes acusados de violar a una menor de edad en
Veracruz en 2015, ha generado suspicacias en cuanto al proceder del juez que
concedió la garantía, quien ha sido ya suspendido. El juez tercero de distrito
en Veracruz, Anuar González Hemadi, está bajo sospechas de haber incurrido en
presuntas irregularidades en su desempeño en el ignominioso caso de “Los Porkys”.
Y no es para menos, pues los argumentos del juez para conceder el amparo al “junior”
son cuando menos absurdos y basados en la siguiente premisa inscrita en el
amparo: "Si bien es cierto la menor manifestó que el activo de que se
trata (Diego Cruz), le tocó los senos, y que por naturaleza se trata de partes
del cuerpo de índole sexual, la sola narración de hechos que describe al
momento en que se dio el evento delictivo, no brinda al suscrito la certeza que
en ese hecho haya habido una intención lasciva por parte del activo (Diego
Cruz)". Esto quiere decir, que a pesar de los tocamientos que se hicieron
en contra de la menor, y en contra de su voluntad, no tenían intención mayor
que el simple tocamiento, por lo que al parecer no hay delito que perseguir. Me
parece bastante absurdo y totalmente encauzado en beneficio de una de las
partes este argumento, pues el juez definitivamente carece de elementos que le
permitan definir hasta dónde pensaba llegar el acusado en el momento del
ataque. Ni siquiera el sentido común más noble e inocente puede atreverse a
afirmar que nada más sucedería después. Desde luego que las manifestaciones de
repudio hacia el juez no se hicieron esperar, así como la misma inconformidad
de la fiscalía estatal y hasta el mismo Consejo de la Judicatura Federal que ha
decidido ya suspender al juez. Por supuesto que la suspicacia merodea, pero el
impacto va más allá, pues la suspensión del juez solo denota un muy probable
caso de corrupción que buscaba sin duda generar impunidad, es por ello que me
atrevo a afirmar que el daño ya está hecho. Desde luego que también se sienta
un precedente que puede sonar absurdo, pero no menos que los argumentos del
juez para otorgar el amparo al acusado, pues se corre el riesgo de que, de
ahora en adelante, cualquier tocamiento a una menor de edad pueda no ser
lascivo y por ende no ser un delito. Pues ahora resulta, según el Juez Anuar,
que tocarle los senos a una menor de edad, meterle las manos debajo de la falda
e introducirle los dedos en la vagina, no demuestra una intención lasciva ni
mucho menos intenciones expresas de copular, sino que solo se trata de un
simple “roce” o “frotamiento incidental.” Las palabras del juez apestan,
hieren, lastiman a una sociedad y a sus mujeres, echa por tierra todos los
avances que se han logrado en la lucha por los derechos de las mujeres, denota
de igual manera que las reformas que han inaugurado el nuevo sistema de
justicia penal no tienen funcionalidad si los jueces observan conductas
bastante cuestionables. Queda de manifiesto que la corrupción sigue echando
raíces y que se niega a desaparecer, deja de manifiesto que la impunidad sigue
siendo inexpugnable. A reserva de lo que suceda, el solo hecho de la existencia
del amparo con los argumentos esgrimidos en su contenido han generado un daño
terrible en nuestro sistema judicial, nos envía el mensaje de que la impunidad
sigue siendo incólume y nuestra justicia endeble.