Su éxito no puede
considerarse ancestral, pues todavía en los años 30s Finlandia era un país
demasiado pobre, sin embargo, bastaron un par de décadas para que Finlandia
llegara para quedarse como ejemplo de éxito mundial. Hoy por hoy, dicho país es
puntero en calidad de vida, ingreso per cápita, educación, salud y en todos
aquellos rubros que son la envidia para pueblos como el nuestro. Desde hechos
que pudieran parecernos tan absurdos, como el que todos los bebés finlandeses
duermen en cajas de cartón, hasta sus exitosas políticas públicas en materia de
educación que tienen a ese país en la cúspide de la calidad educativa a nivel
mundial con los mejores resultados, hacen de Finlandia el mejor país para
vivir. Islandia, por su parte, es una nación que se ha ubicado en la lista del
PNUD, como el más desarrollado, y el que, por quinta vez consecutiva, ha
obtenido el primer lugar mundial en equidad de género, según el Fondo Monetario
Internacional, siendo Islandia el mejor país para las mujeres. Se trata
entonces de naciones con sociedades ejemplares y gobiernos profesionales. No
obstante, la magia aún no se acaba, pues aquí es preciso resaltar un aspecto de
Islandia que me parece bastante plausible y digno de honores, y es que Islandia
presenta datos verdaderamente sorprendentes: 5% de sus jóvenes de entre 14 y 16
años han consumido alcohol y solo 3% fuman tabaco. Con ello muestran al mundo
su interés y compromiso con los jóvenes y con el respeto al Estado de Derecho.
Este dato sin duda es sorprendente, pues aquí en México, basta salir a las
calles en fines de semana y pasar por antros o bares infestados de jóvenes
menores de edad consumiendo alcohol desenfrenadamente con la mirada
complaciente, en la mayoría de los casos, de las autoridades locales. Pero
dejando de lamentar nuestra realidad, la pregunta obligada es ¿cómo hacen los
islandeses para obtener un éxito tan contundente en tan delicado tema? Las respuestas
son sencillas: en primer lugar, las escuelas, las autoridades municipales y los
padres de familia se involucran en reuniones en los cuales analizan e
identifican factores de riesgo y protección frente al consumo de alcohol y
drogas, otorgándole también bastante importancia a “los factores parentales”,
es decir, involucrando a los padres en el apoyo, control y vigilancia de los
hijos, además de promover que los padres pasen más tiempo con sus hijos,
partiendo de una premisa sencilla, pero bastante certera: "Los
responsables no son los niños, sino nosotros, los adultos”. Y desde luego que
así es, pues la educación en valores comienza y es determinante en casa, además
de que son los padres quienes consienten las malas prácticas de sus hijos.
En segundo lugar, se
invirtió fuertemente en fondos destinados a la oferta de actividades para
adolescentes, como deportes, música, teatro y danza. Para con ello mantener
ocupados a los jóvenes. Finalmente, y sin duda factor determinante, desde 2002,
se prohibió que, salvo excepciones, los niños menores de 12 años y los
adolescentes de 13 a 16 años anden solos por la calle después de las ocho y las
diez de la noche respectivamente. Acción definitivamente contundente.
Dentro de las
políticas públicas, los politólogos llamamos a todo buen diseño de las mismas, “la
caja de herramientas”, pues las políticas públicas son herramientas que
resuelven problemas sociales y como toda buena caja de herramientas, puede ser
trasladada a otras latitudes y cumplir con su cometido con la misma eficiencia.
Eso es lo que como nación y sociedad nos hace falta: retomar éxitos de otras
latitudes y adaptarlos a nuestros espacios, otros ya lo han hecho ¿qué nos
falta a nosotros?