Siempre he sostenido con hechos
contundentes y empíricos que “cada pueblo tiene el gobierno que merece”, peor
aún, como lo mencionaba acertadamente Apparício Fernando de Brinkerhoff Torelly:
“Si un hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien
representados”. Por eso no sorprende que Hilario Ramírez Villanueva, mejor
conocido como “Layin”, se haya pronunciado para contender por la gubernatura de
Nayarit. El susodicho es alcalde de San Blas, municipio de dicha entidad, y se
ha caracterizado por fiestas bastante fastuosas y opulentas con recursos de
dudosa procedencia. A dicho eventos están invitados todos los que deseen
convivir, a “un ruidito, un taquito y un traguito” tal cual lo menciona el
alcalde. Este fiestero político, se ha caracterizado por arrojar billetes de 20
y 50 pesos en los eventos a los que asiste, aunado a las ostentosas fiestas que
generosamente patrocina, se ha ganado la simpatía del pueblo que lo ha electo
en dos ocasiones como su alcalde, y todo esto a pesar de que públicamente admitió
previo a su reelección que había robado a las arcas de la presidencia
municipal, pero “poquito”, solo “una rasuradita”. A pesar de dicha declaración,
su “honestidad” y su generosidad con el populacho le bastaron para obtener el
mandato de San Blas por segunda ocasión. Con un sueldo de 40 mil pesos
mensuales, resulta bastante inquietante saber de dónde obtiene “Layin” los
recursos que dilapida de manera absurda, pero preocupa más que en ocasiones ha
manifestado que los recursos provienen de “amigos”. Habría que cuestionarle si
esos amigos se dedican a actividades lícitas. Pero no solo es la fachada de
este político tradicional lo que nos deja ver lo patético de nuestra clase política, sino la facilidad con
que envuelve masas y logran ganar simpatías a través de actividades que nos
recuerdan la vigencia de esa aciaga frase que dice que al pueblo solo hay que suministrarle
“pan y circo”. Esta frase solo denota la existencia de una sociedad mediocre,
simplona, ignorante, carente de sentido común y fácil de satisfacer en cuanto a
su necesidad para encontrar la felicidad. También nos permiten confirmar que en
este país, los políticos no necesitan ser inteligentes, sino simplemente
asistencialistas y basta con ofrecer eventos masivos en donde haya comida,
música y bebida en una línea de desenfreno que solo nos denigran como
individuos. Su campaña como candidato independiente se basará en una simple
estrategia: arrojar billetes de 20 y 50, con ausencia de propuestas y acciones
basadas en políticas públicas que oferten desarrollar a Nayarit, pero eso
importa poco a una sociedad que ni siquiera entiende el significado de la
palabra desarrollo. Cabe mencionar, que esta no es una condición aislada de
dicho estado, sino que es una especie de idiosincrasia del pueblo mexicano y un
modus operandi de nuestra clase política, y el mejor ejemplo lo podemos ver en
cifras: con un país con más de 60 millones de pobres, con inseguridad y bajo
crecimiento económico, somos el segundo país más feliz dentro del índice de
Planeta Feliz (Happy Planet Index, realizado por el Foro Económico Mundial (WEF) en 2016)
que enlista a más de 156 países.
Sometidos, vapuleados, pero bastante felices, una contradicción conciliadora
difícil de entender y sobre todo de explicar. Parece entonces que la clave no
es contar con políticos profesionales, sino con individuos que cumplan a
cabalidad con el cometido de entregar al pueblo lo que merece: pan y circo. “Layin”
es una muestra representativa de nuestra realidad, esa realidad que nos condena
al subdesarrollo, porque sin duda alguna: “cada pueblo tiene el gobierno que
merece”.