Ciertamente se ha convertido en un personaje icónico, y es que el hecho de
haber burlado en dos ocasiones los sistemas penitenciarios de dos gobiernos
federales distintos (PAN en 2001 y PRI en 2015), han convertido al Joaquín “El
Chapo” Guzmán en la más clara representación de la debilidad institucional de
nuestro país. Con dos fugas, una captura y dos recapturas, este famoso criminal
ha dejado claro que hasta el momento, si queremos neutralizar delincuentes de
gran calado, debemos exportarlos al país vecino del norte para que ellos
ejecuten las acciones que nosotros simplemente no podemos realizar.
Mucho se ha dicho sobre la reciente re-recaptura del capo de la droga, sin
embargo, de todo lo que se maneja en estos momentos, sobre todo en el mundo del
espectáculo, que es donde irónicamente se está conociendo aún más sobre los
detalles de este narcotraficante de lo que los aparatos de seguridad del Estado
mexicano nos han podido presentar, existen aspectos que es preciso dilucidar y
que exhiben de manera ostensible la realidad de nuestro patético sistema
judicial. En primer lugar, resulta lamentable que este capo es acusado de
lavado de dinero, portación de armas de uso exclusivo del ejército, cohecho y
delincuencia organizada, pero NO por Narcotráfico. A lo más que llega la
acusación que pesa sobre él, es por “posibilitar la ejecución del delito contra
la salud”. Así es, leyó usted bien: “posibilitar”. Y es que todos los intentos
de la PGR han sido desestimados por jueces por el simple hecho de que la
fiscalía (PGR) no ha aportado las pruebas
suficientes. Sin embargo, aquí no se trata de las pruebas, se trata de
ineficiencia de autoridades en la presentación de cargos y en la corrupción de
nuestro podrido sistema judicial que busca lagunas jurídicas o artificios
leguleyos para permitir que, a pesar de haberse fugado de una prisión federal y
de ser el narcotraficante más buscado del mundo, haya interpuesto amparos para
evitar la extradición a un país que sí tiene la firme intención de juzgarlo por
delitos de narcotráfico. Nada más paradójico que eso: un delincuente
promoviendo recursos legales para evitar el castigo de la ley, eso solo sucede
en México.
Finalmente, no sé si el actual gobierno resulta más patético en este
momento de la re-recaptura del Chapo que cuando se fugó por segunda vez del
Altiplano, pues en afanes triunfalistas, el gobierno celebra “La estrategia
exitosa” de haber capturado al capo, sin embargo, más que estrategia, es una
vergonzosa reacción encaminada a reparar un daño autoinflingido por el Estado
mexicano representado por el priísmo en este momento. Más que un momento de
júbilo es una bocanada de aire para un desprestigiado gobierno que tiene las
peores calificaciones que un presidente ha tenido desde Ernesto Zedillo. Eficiencia
y estrategia adecuada hubiera sido que no hubiera escapado por segunda vez y
que su proceso de extradición no hubiese sido detenido por nuestras propias
leyes.
Ineficiencia, ironía y corrupción, eso es lo que El Chapo con sus dos y
tres representa para nuestro país.