martes, 24 de noviembre de 2015

TLATLAYA: PREMIO A LA IGNOMINIA

Por si ya se olvidó, el 30 de Junio de 2014, una patrulla con militares supuestamente enfrentó a un grupo de Sicarios en la comunidad de Tlatlaya, Estado de México, el resultado: 22 civiles muertos, según reportes del ejército, todos narcotraficantes pertenecientes a la llamada Familia Michoacana.   Desde luego que lo extraño es que solo hubiera bajas civiles, por lo que el caso resultaba sospechoso. De ahí comenzaron investigaciones y con el apoyo de mujeres sobrevivientes a dicho enfrentamiento, se fortaleció la tesis de las ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo por el ejército mexicano.
No resulta quizá sorprendente para propios y extraños hablar de actos ignominiosos cometidos por las mismas autoridades, el ejército ha cometido cientos de atrocidades en su combate contra la delincuencia, a grado tal, que los ciudadanos nos invade el temor cada vez que nos acercamos a un retén militar o nos topamos con algún convoy de sujetos armados pertenecientes a cuerpos de seguridad de cualquier nivel de gobierno. Y es que las versiones tanto de la PGR como de la CNHD jamás coincidieron en ese caso en particular, pues una vez comprobado que efectivamente militares ejecutaron a civiles desarmados, la fuente gubernamental oficial aseguraba que los masacrados eran 8, mientras que la CNDH señalaba que eran 15,  por otra parte, los militares que realizaron las ejecuciones fueron tres, según la PGR, mientras que la CNDH mencionó que fueron 8. Estas y muchas más divergencias entre los dos informes demuestran claramente la intención del gobierno de, en primer lugar, ocultar los hechos en su totalidad, y cuando ya no se podía ocultar la realidad, tratar de minimizar los hechos.
Ejecuciones extrajudiciales perpetradas por cuerpos de seguridad pública (EJÉRCITO MEXICANO), gobiernos que tratan de esconder la verdad (PJGEM), y autoridades que tratan de minimizar los hechos (PGR). Todo este coctel ignominioso y deleznable parece poca cosa cuando, finalmente, nos enteramos que uno de los candidatos propuestos por el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, para ocupar un puesto como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, es precisamente quien durante la masacre se dedicó a negar los hechos y a defender la versión del enfrentamiento ocultando la verdad, se trata de Alejandro Jaime Sánchez, quien era titular de la PGJEM.

La verdadera ignominia radica en premiar la ineficiencia, en premiar a un funcionario que trato de encubrir información importante sobre lo sucedido en Tlatlaya, y lamentablemente, estos casos sientan precedentes que después son utilizados en otros escenarios similares. Ciertamente es una lástima que para ser postulado a un cargo tan importante como ministro de la SCJN, el requisito sea defender cualquier acto de las autoridades, por más ignominioso que este sea.