Una de las cuestiones que más duelen e incomodan a la mayor parte de la
sociedad, es conocer sobre el despilfarro que con frecuencia llevan a cabo los
políticos y representantes populares cuando se trata de recursos eminentemente
públicos, sobre todo cuando las carencias lastiman a más de 53 millones de
mexicanos que viven en la pobreza, según cifras del CONEVAL.
Y es que el reciente viaje del presidente Peña Nieto a tierras londinenses
sin duda ha salido demasiado caro, pues el costo del mismo ascendió a más de
siete millones de pesos, y quizá lo que más molesta es conocer a detalle los
gastos de esa suma considerable de recursos públicos: más de 840 mil pesos en
hospedaje, comidas en hotel de cinco estrellas que costaron 32 mil pesos,
comidas fuera del hotel de más de 33 mil pesos, renta de 12 limusinas con un
costo de un millón de pesos, alimentos en el avión de primera calidad con un
costo de casi un millón y medio de pesos, entre otros gastos.
Pero no han sido los únicos gastos exorbitantes que ha realizado el actual
mandatario, pues en lo que va de su sexenio,
se ha gastado en aretes, mancuernillas, corbatas, mascadas, chalinas de
seda y hasta artículos decorativos casi los 2 millones de pesos, todo con costo
al erario. El Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext), el Banco
Nacional del Ejército Fuerza Aérea y Armada (Banjército), la Nacional
Financiera (Nafin), el Instituto de Protección al Ahorro Bancario (IPAB) y el
Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), entre otros, han sido los clientes
de los diseñadores Cristina Pineda y Ricardo Covalin, al adquirir dichas
prendas como “regalos promocionales” o como parte de “uniforme institucional”
de las dependencias antes mencionadas. De igual manera, en la pasada reunión de
jefes de Estado en Bruselas, Bélgica, el costo de la habitación del presidente
fue de 48 mil pesos por noche.
Desde luego que estos son considerados gastos de “representación” y acordes
a un jefe de Estado. ¡Qué lejos estamos de aquel pensamiento de Benito Juárez!:
"Bajo el sistema federativo, los
funcionarios públicos, no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad. No
pueden gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las
leyes. No pueden improvisar fortunas, ni entregarse al ocio y a la disipación,
sino consagrarse asiduamente al trabajo, disponiéndose a vivir, en la honrada
medianía que proporciona la retribución que la ley les señala".
Sinceramente no sé si un mandatario pueda prescindir de gastos ostentosos y
acudir reiteradamente al despilfarro, sobre todo cuando vive en un país en el
que más de la mitad de los habitantes viven en la pobreza. Desconozco hasta qué
punto pueda permear la cordura y la austeridad cuando de dinero ajeno se trata,
sobre todo si es de origen público. El fin justifica los medios decía
Maquiavelo, el problema, es que tanta representatividad no deja ver un fin
claro que justifique el gasto excesivo.