Cuando en el año 2000 durante el gobierno panista de Vicente Fox se
promulgo la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información, ciertamente
existían más dudas que certezas sobre el concepto mismo de la transparencia y
la rendición de cuentas, a partir de ese momento, dicho derecho y a la vez
prerrogativa ciudadana se ha ido abriendo paso, poco a poco, y demostrando que
como herramienta ciudadana ha resultado ser eficaz en el combate a la opacidad
y la discrecionalidad. Para los que hemos hecho uso constante de dicho derecho,
pudimos percatarnos que ciertamente algunas opacidades salieron a la luz, sin
embargo, salió a relucir otro flagelo que ciertamente dejaba incompleto el
ejercicio del combate a la corrupción, me refiero a la impunidad. Y es que de
poco servía accesar a información que permitiera conocer casos de corrupción si
no había castigo para los conculcadores de la ley.
Pues bien, recién se ha aprobado en el sexenio priísta actual, la ley del
Sistema Nacional Anticorrupción, que como reforma estructural intenta combatir
la corrupción y todos los males que de ella emanan y aunque no es de ninguna
manera una herramienta ciudadana como lo es la ley de transparencia, la nueva
ley plantea aspectos novedosos para combatir la impunidad y la corrupción en
sus orígenes.
Algunos aspectos que resultan importantes dentro de esta ley es el relativo
al diseño y promoción de políticas para
fiscalizar y controlar recursos públicos; prevenir, controlar y disuadir faltas
administrativas y hechos de corrupción, con especial atención a las causas que
los generan. Este apartado resulta novedoso, sin embargo no queda claro de
qué manera el comité enfrentará las causas de la corrupción con especial
énfasis. Es más ni siquiera queda claro a ciencia cierta cuáles son las causas
de la corrupción en nuestro país, ya discurriría sobre el tema con agudeza
magistral Federico Reyes Heroles en ese inaugural texto de los cuadernillo de
transparencia: Corrupción: de los ángeles
a los índices. Y hasta el día de hoy, todos sabemos qué es la corrupción,
quizá dónde se encuentra, pero no exactamente dónde se origina.
Veo en la nueva estrategia un cúmulo de buenas intenciones, veo unión de
esfuerzos entre la Auditoria Superior de la Federación, Fiscalía Contra el
Combate a la Corrupción, Secretaría Ejecutiva de la Presidencia, Consejo de la
Judicatura Federal, Instituto Federal de Acceso a la Información Pública y
Tribunal Federal de Justicia Administrativa. Pero sigo sin observar claridad o
contundencia dentro de dicha “liga de la justicia”, es más, ni siquiera una
línea definida de acción como punta de lanza para enfrentar los orígenes de la
corrupción. Además de que no existen garantías de su adecuada implementación.
Estrategia novedosa, sin duda, pero suspicaz, demasiado genérica, timorata
y sin rumbo claro. Esperemos que no termine como aquella famosa iniciativa
presidencial de “renovación moral” de López Portillo que sencillamente disparo
exponencialmente aquél mal que habían jurado combatir.