Una serie de diatribas en su contra, sobre todo en redes sociales, han
desatado los comentarios filtrados de una típica charla entre el Consejero
Presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova Vianello y
el Secretario Ejecutivo de dicho instituto, Edmundo Jacobo Molina. En dicha
escucha se puede identificar claramente a los funcionarios mofándose de la
forma de hablar de indígenas chichimecas a los cuales había visitado
previamente el Consejero Presidente del INE.
Verdaderamente son cometarios y burlas denigrantes, fuera de lugar y
condenables desde cualquier punto de vista. Sin embargo, no resulta ser un
hecho tan peyorativo ni tampoco tan nefasto como para pedir le renuncia del Dr.
Córdova. Y es que podemos entender esta situación desde dos puntos de vista:
El primero que está directamente ligado con la “ligereza” de la falta del
funcionario, y es que la misma Comisión Nacional para la Prevención de la
Discriminación (CONAPRED) se ha manifestado “impedido legalmente”, para
sancionar al funcionario por la manera en que fue conseguida la grabación, pues
según la constitución política de nuestro país, en su artículo 16, se garantiza
el derecho a las personas a la inviolabilidad de sus comunicaciones
privadas. Por lo que la escucha al haberse
obtenido ilegalmente, no cuenta como elemento probatorio en acusación alguna.
Esto exime al funcionario de cualquier acto legal en su contra por
discriminación. Por otra parte, vivimos
en un país, en el cual burlarse de las clases desprotegidas, particularmente de
los indígenas es pan de cada día, y aunque mal de muchos no es consuelo de
nadie, definitivamente nos enfrentamos ante una cultura de burla hacia los más
desprotegidos. Ya lo mencionaría acertadamente Octavio Paz, en su inmortal:
“Todos Santos, Día de Muertos”: Las malas
palabras y los chistes caen como cascadas de pesos fuertes, es parte de
nuestra idiosincrasia.
Sin justificar de ninguna manera el proceder de Córdova, me parece que la
satanización no procede, estoy casi seguro que el funcionario en el futuro
tendrá más cuidado con sus palabras y la denigración en las mismas dejará de
existir por un buen rato. Con una disculpa pública como ya lo ha hecho será más
que suficiente, pues lo preocupante del asunto, resulta ser la facilidad con
que cualquiera puede intervenir conversaciones de altos funcionarios aunque las
mismas sean estériles para esgrimirlas en acusaciones formales.
Si de veras estamos indignados los mexicanos, deberíamos estarlo por
sucesos verdaderamente lamentables, como el terrible despilfarro de dinero
público en el proceso electoral en esta campaña, o la mediocridad de los
futuros legisladores que de ahora en delante podrán reelegirse ¡hasta cuatro veces consecutivas!, o
quince ligeros años en el poder como diputados.
Si de indignación se trata, estamos equivocando el camino.