Haber utilizado un helicóptero de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA)
para actividades privadas o personales, fue el error que cometió David
Korenfeld, ex director de dicha empresa administradora de aguas nacionales y
que le costó sin duda el cargo. Y es que según testigos, un helicóptero de la
empresa pasó a recogerlo a él y su familia para iniciar unas vacaciones, lo que
sin duda, fue motivo suficiente para dar inicio con el escándalo mediático.
Delito, definitivamente no cometió, falta administrativa, al parecer
tampoco, abuso de autoridad y poder, probablemente sí. Aunque ciertamente, el ex funcionario no hizo
algo diferente a lo que suelen hacer todos aquellos trabajadores que viven del
erario y que tiene a su disposición vehículos oficiales: hacer uso de ellos
para cuestiones netamente personales.
Es común observar por las calles en días inhábiles, horarios fuera de
oficina y hasta en lugares o latitudes bastante lejanas a su adscripción
vehículos oficiales pertenecientes a ayuntamientos, dependencias estatales,
federales, e instituciones públicas realizando viajes o siendo utilizados por
directores, funcionarios o empleados para cuestiones totalmente ajenas a su
cometido, pues no se trata solo del vehículo, sino del desgaste del mismo y la
finalidad para la cual ha sido adquirido por la institución de la que se trate.
Y aunque definitivamente los ejemplos son asimétricos, ya sea un
helicóptero o una simple camioneta, el común denominador es el mismo: abuso de
autoridad. Y el mismo, debe tipificarse como falta administrativa con perjuicio
el erario público, por lo que definitivamente debe existir castigo o sanción, además
de la exposición pública.
Pero no, el ex funcionario renuncia no por el abuso, sino porque el
escándalo le afecta al gobierno de Peña Nieto en plena etapa electoral y
directamente al partido del gobierno. Efectivamente, la renuncia no es por al
abuso cometido, sino por causas triviales y ajenas al uso debido de la función
pública.
Vivimos en un país en el que las autoridades confunden espacios públicos
con nichos de poder personales que usan para satisfacer necesidades de la misma
índole. Que se apropian de espacios públicos sin miramientos y con la
protección que les da la investidura que poseen. Celebro la renuncia de
Korenfeld, los ciudadanos no pagamos impuestos para que funcionarios hagan uso
de recursos pagados con esos impuestos para beneficio personal o para fines
totalmente ajenos a los que se supone deben dirigirse. Pero estamos en México,
en donde esta práctica es tan común que no hacerlo significa ser un bicho raro
en peligro de extinción.