Deplorable, lúgubre, opaco: así se veía San Pedro de las Colonias en estas
vacaciones que aproveche para visitar mi amado pueblo natal. No pude dejar
pasar durante mi estancia, observar como los paupérrimos medios de comunicación
que existen en la ciudad siguen abogando por un puente que permita sortear el
ferrocarril a los automovilistas cada vez que este se atraviesa en su
paso. Una de las máximas en la
administración pública, es que la misma siempre opera con recursos limitados,
los cuales deben establecerse en base a prioridades, y en ese sentido, en mi
pasada visita, pude percatarme que existen otras prioridades que resultan ser
más urgentes que la edificación de un puente.
Para empezar, las calles de San Pedro están terriblemente dañadas y llenas
de baches o más bien pozos, pues son tan profundos que la denominación de
baches simplemente les queda corta.
Todavía peor, rumbo a la ciudad de Torreón, el boulevard se encuentra a
oscuras, sin una sola lámpara que ilumine tan importante arteria, y en el colmo
de la burla, un estulto regidor de cuyo nombre no me acuerdo, afirmaba
categóricamente que la ciudad de Torreón estaba en peores condiciones que San
Pedro, por lo que era necesario tomar acciones para evitar caer en escenarios similares a la vecina ciudad.
No sé si el susodicho entienda el atrevimiento que realizó al comparar dos
ciudades con serias y marcadas asimetrías, además de minimizar el estado de la
carpeta asfáltica de San Pedro, la cual,
según él, aún está en buenas condiciones.
Entiendo la urgencia por sentir el apoyo del gobierno del Estado y la
adicción a obras magnánimas y rimbombantes como puede ser un puente o paso a
desnivel, el detalle, es que la ciudad presenta carencias y falencias en rubros
tan elementales como lo son las vialidades, las cuales deben estar en perfecto
estado, sin embargo, quizá en el desconocimiento de las prioridades de la
administración pública o en el simple afán de protagonizar actos fulgurantes
mediáticamente redituables, algunos defensores de la modernidad olvidan que
existen prioridades que deben atenderse en nombre de la llamada calidad de
vida, y eso tan solo por mencionar aspectos como el alumbrado y la cinta
asfáltica, dejando de lado tópicos como el de desarrollo social y económico que
siguen siendo pendientes perennemente postergados.
Sanpetrense jamás he dejado de ser, con mucho orgullo llevo ese mote a
cualquier lugar, y con esa nostalgia y orgullo que me provoca mi pueblo, me
causa lastima y también impotencia atisbar el deplorable estado en que se
encuentra la ciudad y la permisividad y pasividad con que al respecto se
refieren los medios de comunicación, en particular la mediocre radio local.
Prioridades, no caprichos, cuando logren entenderlo, exigirán lo
presupuestalmente posible y el crecimiento y desarrollo comenzarán a permear en
una ciudad enferma de abulia y subdesarrollo.