lunes, 2 de marzo de 2015

MEXICANIZACIÓN

En lo personal no me parece un insulto cuando alguien se atreve a decirnos las verdades tal y como son, ya sea de manera directa o indirecta. En todo caso, cualquier alusión a características negativas suele molestar, sin embargo, se necesita ser muy maduro y sobre todo profesional para callar cuando nada al respecto se puede decir y mucho menos si no existen argumentos para contrariar verdades proferidas por terceros.
Si el Papa Francisco se atrevió a mencionar que su natal Argentina se encuentra en vías de “mexicanizarse” producto del aumento de la violencia criminal y que amenaza con emular a nuestra pobre nación vapuleada sin piedad desde hace años por el crimen organizado, nada mas de razón puede existir en esa categórica afirmación.
El verdadero escándalo surge, verdaderamente, cuando nuestras autoridades se sienten ofendidas por una verdad que no peca, y mucho menos a sabiendas de quien viene, pero que sin duda ofende terriblemente. El escándalo y sus consecuencias brotan inexorablemente dando paso a la indignación generalizada ante una verdad de Perogrullo que nadie podemos negar, pero que defendemos a capa y espada la exposición mediática que denota que somos un Estado fallido. Y es, precisamente, nuestro gobierno, nuestros representantes quienes inician el escándalo a través de una diplomática para manifestar inconformidad.
Sin embargo, ¿de qué podemos indignarnos?, ¿qué parte de los comentarios del Papa Francisco no fueron atinados? Me parece que la respuesta del gobierno fue de “bote pronto” y un poco visceral, y obedeció a la molestia de que alguien oprimiera la llaga de la delincuencia organizada que sigue latente e igual de fuerte en nuestro país. Un gobierno maduro y responsable quizá hubiera enviado un mensaje a la nación señalando que somos un país de instituciones y que reconocemos el daño que el crimen organizado le ha hecho a nuestro país y que seguimos trabajando en erradicarlo y convertir a esta nación, en una nación de instituciones y pleno Estado de Derecho.
Es decir, reconocer nuestro problema, pues actuamos como aquél alcohólico que molesto niega la existencia de su problema aunque el mismo sea tan ostensible que la misma palabra mexicanización sea ya una definición irrebatible de violencia, corrupción, colusión entre criminales y autoridades, indefensión ciudadana, o en términos más propios: Estado Fallido.
Nuestro gobierno no solo denotó inmadurez, sino también actitudes pueriles, cercanas a la dictadura, en donde no se permite que nadie diga nada que altere el desempeño del gobierno, por más ciertas que sean las acusaciones. Una vez, no hace mucho tiempo, usamos el término colombianización para describir el escenario al que nos estábamos pareciendo y no queríamos llegar, sin embargo, el día de hoy, hemos superado ese mote y acuñado el nuestro propio: La Mexicanización. Y lo más grave del suceso en cuestión, no es haber acuñado un neologismo por antonomasia, sino reaccionar denotando angustia e impotencia ante una realidad que duele y que dista mucho de tener un punto final.