miércoles, 4 de febrero de 2015

RECORTE INOCUO

Finalmente tenía que suceder, ante la caída de los precios del petróleo que suponen ser parte importante de los ingresos fiscales de nuestro país, el gobierno tenía que escoger únicamente entre dos alternativas: recorte de gastos o endeudamiento para continuar con el gasto programado.
La última alternativa siempre fue la opción aplicada por los gobierno priístas de los años setentas ochentas y noventas,  lo que trajo como resultado no solo el aumento de la deuda, sino también de la corrupción, todo bajo aquella célebre consigna de “gastar para crecer” lo que trajo como resultado a la larga la aparición de nuevos impuestos y el aumento de los existentes para pagar compromisos de deuda gubernamental.  Por otra parte, el recorte de gasto siempre ha sido una medida muy poco popular, pues en términos coloquiales significa apretarse el cinturón en nombre de la austeridad al dejar de gastar en rubros que quizá no son tan imprescindibles como lo es el desarrollo social o la seguridad pública. A final de cuentas, un gobierno que preste a llamarse inteligente, responsable y socialmente comprometido, debe adoptar la política del llamado “tijerazo”, es decir, recorte de gasto público.
Esta es hasta el momento la medida que está impulsando el gobierno de Peña Nieto, al hacer recortes de 124,300 millones de pesos, es decir, un 2.65 por ciento del presupuesto total de 4 billones 694 mil 677 millones de pesos programados en gasto para este 2015.
Sin embargo, el problema de este recorte, es que la mayor parte del mismo recaerá en PEMEX y CFE, al recortar gasto de 52 mil millones de pesos en la primera empresa y 10 mil millones en la segunda, pero no es el recorte en sí mismo el problema del ajuste, sino que se castiga a la empresa pública más productiva de México y de la cual depende gran parte de los ingresos del mismo gobierno, además de que en ambos casos, no se combate el problema del exceso de personal y la inmensa carga burocrática que a la vez gozan de privilegios que sangran terriblemente a dichas empresas y que ninguna compañía privada que se preste a llamarse rentable podría sostener al regalar tremendas prerrogativas a sus trabajadores. Es decir, el actual recorte en dichas empresas no supondrá un alivio para las finanzas públicas, toda vez que resulta ser una medida temporal en vez de atacar el problema del exceso de personal y los privilegios de los cuales gozan que no tienen razón de ser en empresas netamente productivas.
Además, a final de cuentas, en el caso de CFE, para recuperar ese recorte terminarán sangrando los bolsillos de los ciudadanos con altos cobros de luz para poder resarcir ese tijerazo del cual han sido víctimas.
El gobierno, definitivamente, escogió el camino correcto, el problema, es que está usando los medios menos apropiados y efectivos para avanzar por ese camino que en un principio denotaba inteligencia y responsabilidad, pero que, una vez aclarado el panorama, los hechos denotan todo lo contrario.