Como en toda guerra, existen ganadores y perdedores, la
actual caída de los precios del crudo cuya referencia es establecida por el
llamado crudo WTI de Texas y el Brent o crudo del mar del norte ha generado una
estela de beneficiados y perjudicados por la actual debilidad del barril de
crudo. Desde luego que son los grandes productores como los miembros de la OPEP
tanto en Oriente Medio, África y América, los que han comenzado a sufrir
pérdidas en sus ingresos lo que sin duda
aumentará sus déficits públicos, no obstante, países consumidores son quienes
se benefician de manera directa al disminuir los precios y con ello encontrar
ahorro en sus gastos relativos a este producto.
Sin embargo, no es sobre los ganadores y perdedores en
esta guerra que tiene orígenes e intenciones manipuladas y con objetivos demasiado
específicos sobre lo que ocupa esta columna, sino el impacto que esta
volatilidad de precios del crudo tiene directamente en nuestro país. Desde
luego que un principio la franja fronteriza de nuestro país se beneficia
directamente de precios bajos, pues los consumidores miran con emoción como el
litro ha bajado más de la mitad del precio regular y que de seguir la tendencia
a la baja, el resto de los consumidores de México se verán beneficiados. El problema
para nuestro país va en doble sentido, pues para nadie es un secreto que el
gasto gubernamental de cada año se encuentra empapado de dinero proveniente de
ingresos petroleros, por ello, al bajar los precios, nuestro gobierno tiene
solo dos opciones: recorte de gasto público o endeudamiento, y ciertamente los
dos son perniciosos, pues un recorte al gasto significa posible disminución a
becas, apoyos sociales, inversión en obras publicas, etc., y ello genera
estancamiento o cero crecimiento económico, el endeudamiento por su parte nos
hace incrementar la deuda pública y por consiguiente prolongar el pago de la
misma con los debidos intereses derivados de más y más préstamos que el
gobierno necesita para cumplir compromisos presupuestarios.
Finalmente, el otro problema está relacionado con la
reforma energética, pues la misma se supone abriría la industria de extracción
a particulares, mismos que en el actual escenario de precios bajos, difícilmente
harán inversiones en este rubro al estar los márgenes de ganancia tan exiguos y
en ese sentido, la reforma simplemente no despegara como se ha prometido.
En apariencia, la baja de los precios nos vuelve felices
a los conductores, pero a la larga, el perjuicio será exponencialmente más
dañino y con efectos a largo plazo y terminaremos pagando (hasta las personas
que no poseen vehículo) lo que nos ahorramos y con altos intereses.