Es simplemente una fecha icónica,
llena de significado y con un mensaje tan claro, pero a la vez tan tenue que
muchos ya lo han olvidado y muchos más ni siquiera saben que existió. Los
mártires del 68 fueron jóvenes preparatorianos valientes que simplemente
decidieron manifestarse ante un gobierno que con su “Disolución Social” no permitía
cuestionamiento alguno a su proceder, eran tiempos en que PIPSA dominaba y
controlaba todo lo que se decía en la prensa.
El gobierno de ese entonces,
encabezado por Gustavo Díaz Ordaz, preparaba la logística para albergar los
juegos olímpicos de ese año. Ante tal suceso, se difundió el rumor de que los
Tarahumaras fallecían de hambre y por lo tanto era intolerable que el gobierno
dejara morir a los indígenas a la vez que gastaba millones y millones en la
preparación de los juegos olímpicos. Ese fue el simple motivo que hizo que
jóvenes empáticos con la desgracia de los demás saliera a manifestarse en
contra de tal felonía. La respuesta del
gobierno fue contundente, pues ¡cómo iba a ser posible que un grupo de
muchachos pusieran en entredicho la autoridad del gobierno que estaba bajo la
mirada del mundo entero por el evento que se estaba organizando! La masacre se
perpetró, y aunque existen varias teorías de lo que sucedió, entre las que
destaca una burda teoría de que hubo falta de coordinación entre agencias de
seguridad y por ello se dio la masacre. Algunos afirman que el ejército se vio
sorprendido, y ciertamente así fue, pues lo que en verdad sucedió fue que el
gobierno envió al ejército para labores de seguridad y contención, pero con la
idea de generar una confrontación, y para ello envió al mismo tiempo a integrantes de élite del Estado Mayor
Presidencial (EMP), llamados “Batallón Olimpia”, quienes se identificarían con
un guante blanco y quienes abrirían fuego contra el ejército para provocar el
fuego cruzado y provocar las víctimas del 68.
Lejos de las implicaciones
históricas de ese momento, lo que me parece cuestionable en la actualidad es la
pasividad con la que los jóvenes de hoy se caracterizan. Pues guardadas todas
las proporciones, previo a la inauguración de la estela de luz, en el sexenio
pasado, para conmemorar el centenario de la Revolución y bicentenario de la
Independencia, dicha obra cotizada en 100 millones de pesos terminó costando
más de mil millones y con disfuncionalidad a la hora de su encendido. De manera
coincidente, apareció en los medios una nota en donde se informaba sobre la
paupérrima situación de los indígenas Tarahumaras. Sin embargo, ante tal
noticia y el despilfarro de la estela de
luz, ningún estudiante realizó un solo acto de inconformidad, mucho
menos estudiantes de preparatoria. Ello nos demuestra la apatía, la falta de
interés y el conformismo que caracteriza a los jóvenes de hoy perdidos en
nimiedades en las redes sociales. El dos de Octubre debe ser una fecha no que
incite a la violencia, sino que incite a los jóvenes de hoy a ser mas críticos,
propositivos, pero sobre todo empáticos con sus semejantes, pues es la
solidaridad un valor nodal de toda Democracia. Por ello, dos de Octubre no debe
ser nunca olvidado.