miércoles, 8 de octubre de 2014

DOS AFRENTAS

Son sin duda dos casos que han conmocionado a la nación entera, dos sucesos que quedarán para siempre en la ignominia y, sin duda, dos afrentas directas el Estado mexicano, particularmente el gobierno del presidente Peña Nieto.
La matanza de civiles en Tlatlaya, Estado de México, y la desaparición de normalistas en Ayotzinapa, Jalisco, plantean serios retos al gobierno actual, pues no se trata de los llamados “ajustes de cuentas” entre grupos delictivos, sino de atentados directos en contra de ciudadanos indefensos, y aunque hay serias y marcadas diferencias entre uno y otro caso, pues en el primero se trata de militares que al parecer asesinaron a  civiles desarmados (22 muertos), y en el caso de Ayotzinapa se trata de grupos delictivos que atentaron contra estudiantes normalistas,  ambas felonías, una perpetrada por elementos de seguridad pública y la otra efectuada por sicarios quienes también fueron apoyados por policías municipales, son casos que laceran terriblemente nuestro tejido social.
El reto va dirigido en dos direcciones, la primera hacia el gobierno quien venía presumiendo desde hace tiempo una reducción sistemática de la violencia e inseguridad presentando estrategias innovadoras acompañadas de nuevos grupos de élite como la Gendarmería Nacional, pero que sin duda han quedado en entre dicho y seriamente cuestionadas por los actuales sucesos. Por tanto, no se trata solo de encontrar a los culpables de tales masacres y procesarlos en nombre de la no impunidad, sino se crear las condiciones institucionales que inhiban posteriormente este tipo de casos y no esperar a que Human Rights Watch nos hagan los señalamientos que suelen desnudar nuestra realidad.
Por otra parte, el reto también va dirigido a nosotros como sociedad, pues ciertamente nuestra apatía, falta de solidaridad y empatía nos han hecho funcionar como sociedad atomista, es decir, formada por átomos aislados que sufren sus propios problemas y que permiten que tanto autoridades como delincuentes atenten contra nosotros sin que la unidad se vuelva una solución ante tantas y tantas vejaciones. No se trata de tomar las armas y salir a relanzar una revolución, tampoco se trata solo de criticar sin proponer, se trata de exigir a nuestra autoridades no solo la resolución de estos lamentables casos y el castigo a quienes perpetraron los crímenes, sino de exigir el establecimiento del Estado de derecho en donde las garantías individuales sean una realidad y su respeto la obligación numero uno de autoridades y sociedad.  Porque impunidad no es que los asesinos queden incólumes y exentos de castigo, impunidad es que en un afán meramente ornamental, se procese a delincuentes, pero que las condiciones sigan igual y que los mismos sucesos se vuelvan a repetir tarde o temprano.  
Como lo mencioné, se trata de dos afrentas con dos actores que debe asumir y enfrentar los retos, pues se trata de trabajar en comparsa para evitar que estos lamentables y lúgubres sucesos se vuelvan a repetir.