Quizá sea necesario empezar por el inicio, esto es, las definiciones
meramente conceptuales, y como un concepto se deriva de otro, es necesario
definir brevemente el significado del concepto de liberalismo: Y se define como
un sistema que promueve las libertades civiles oponiéndose a cualquier forma de
despotismo. Constituye, a su vez, la corriente en que se fundamentan tanto el
Estado de derecho, la democracia representativa y la división de poderes. El liberalismo
aboga principalmente el establecimiento de un Estado de derecho en donde TODAS
las personas sean IGUALES ANTE LA LEY, sin privilegios no distinciones, en
acatamiento a un marco de leyes que resguarden las libertades y el bienestar de
las personas.
Que lejos queda este concepto del llamado libertinaje, sin embargo ¿Cómo
poder hacer entender a las personas que todos, sin excepción, debemos ser
iguales ante la ley?, ¿Cómo hacer entender a algunas personas que excluir de
derechos civiles a personas o grupos que representan minorías es un acto de
discriminación y que está expresamente prohibido en la constitución? Y es que
la recién aprobada ley que permite el matrimonio de personas del mismo sexo en
Coahuila no hace más que garantizar que se cumplan los derechos civiles de las
personas tal cual lo exige el liberalismo democrático. Lejos deben quedar las
percepciones personales o la perniciosa, inveterada, anacrónica y doble
moralista visión y opinión de la Iglesia en este importante tema de orden
social.
Más difícil aún, ¿Cómo hacer entender a las personas que se oponen a dicha
ley que adopten la cultura de la legalidad y acepten que el sistema
representativo operó de tal manera que los representantes de la sociedad
aprobaron las leyes en mención en un acto puro y sustancial de democracia
representativa y, por ende, deben ser acatadas las normas aprobadas? ¿Cómo
hacer entender a personas intolerantes aquella máxima de Benito Juárez de que “el
respeto al derecho ajeno es la paz”?
No se trata de una situación aislada y sin importancia, pues la esencia de
toda democracia radica principalmente en la pluralidad, la diversidad y el
disenso, sin embargo, existen derechos universales y principios nodales en toda
democracia como lo son la igualdad y la no discriminación que deben ser
preceptos que deben existir en todo
ciudadano y formar parte de las virtudes que lo acompañen a lo largo de su
vida. Lamentablemente, nos encontramos inmersos en una sociedad que todavía antepone
criterios religiosos y subjetivos ante situaciones que no les parecen
apropiadas en un claro acto de intolerancia que lastima seriamente la sana convivencia
social. No se trata de fomentar el libertinaje, se trata de educar a una
sociedad en el respeto hacia las minorías y el respeto a la cultura de la
legalidad, al fortalecimiento de un régimen liberal en donde no existan minorías
discriminadas por ser o pensar diferentes.
Nos encontramos ante un reto de proporciones considerables y que se resume
en un sencillo dilema: Avanzar en la consolidación democrática o simplemente retroceder
en un sistema en donde la ley sea simplemente un accesorio al servicio de
mayorías intolerantes.