jueves, 4 de septiembre de 2014

LIBERALISMO Y LEGALIDAD

Quizá sea necesario empezar por el inicio, esto es, las definiciones meramente conceptuales, y como un concepto se deriva de otro, es necesario definir brevemente el significado del concepto de liberalismo: Y se define como un sistema que promueve las libertades civiles oponiéndose a cualquier forma de despotismo. Constituye, a su vez, la corriente en que se fundamentan tanto el Estado de derecho, la democracia representativa y la división de poderes. El liberalismo aboga principalmente el establecimiento de un Estado de derecho en donde TODAS las personas sean IGUALES ANTE LA LEY, sin privilegios no distinciones, en acatamiento a un marco de leyes que resguarden las libertades y el bienestar de las personas.
Que lejos queda este concepto del llamado libertinaje, sin embargo ¿Cómo poder hacer entender a las personas que todos, sin excepción, debemos ser iguales ante la ley?, ¿Cómo hacer entender a algunas personas que excluir de derechos civiles a personas o grupos que representan minorías es un acto de discriminación y que está expresamente prohibido en la constitución? Y es que la recién aprobada ley que permite el matrimonio de personas del mismo sexo en Coahuila no hace más que garantizar que se cumplan los derechos civiles de las personas tal cual lo exige el liberalismo democrático. Lejos deben quedar las percepciones personales o la perniciosa, inveterada, anacrónica y doble moralista visión y opinión de la Iglesia en este importante tema de orden social.
Más difícil aún, ¿Cómo hacer entender a las personas que se oponen a dicha ley que adopten la cultura de la legalidad y acepten que el sistema representativo operó de tal manera que los representantes de la sociedad aprobaron las leyes en mención en un acto puro y sustancial de democracia representativa y, por ende, deben ser acatadas las normas aprobadas? ¿Cómo hacer entender a personas intolerantes aquella máxima de Benito Juárez de que “el respeto al derecho ajeno es la paz”?
No se trata de una situación aislada y sin importancia, pues la esencia de toda democracia radica principalmente en la pluralidad, la diversidad y el disenso, sin embargo, existen derechos universales y principios nodales en toda democracia como lo son la igualdad y la no discriminación que deben ser preceptos que deben existir  en todo ciudadano y formar parte de las virtudes que lo acompañen a lo largo de su vida. Lamentablemente, nos encontramos inmersos en una sociedad que todavía antepone criterios religiosos y subjetivos ante situaciones que no les parecen apropiadas en un claro acto de intolerancia que lastima seriamente la sana convivencia social. No se trata de fomentar el libertinaje, se trata de educar a una sociedad en el respeto hacia las minorías y el respeto a la cultura de la legalidad, al fortalecimiento de un régimen liberal en donde no existan minorías discriminadas por ser o pensar diferentes.

Nos encontramos ante un reto de proporciones considerables y que se resume en un sencillo dilema: Avanzar en la consolidación democrática o simplemente retroceder en un sistema en donde la ley sea simplemente un accesorio al servicio de mayorías intolerantes.