Ya ha generado algo de ruido en los diversos medios de comunicación, y
dadas las condiciones de pobreza y marginación en nuestro país, la idea del
aumento del salario mínimo ciertamente ha generado la sensación de que esa
medida sería sin duda alguna el remedio para eliminar la pobreza y sus males en
este país. Sin embargo, no hay nada más
alejado de la realidad que pensar que un aumento al salario mínimo sería la
solución a nuestros males. Y es que no solo se trata de intentar inventar el
hilo negro, sino de observar en otras latitudes el resultado de medidas
similares y, para no ir tan lejos, echar una lacónica mirada a nuestro propio
pasado.
Para empezar, basta mencionar a un país que cometió el error de fijar
salarios mínimos relativamente altos pensando que esa era soluciona a sus
endémicos males: Me refiero a España, que ha sido terriblemente azotada por una
crisis económica que en parte fue ocasionada por fijar altos salarios mínimos.
Y es que si los 63.77 pesos para el área geográfica A y los 67.29 pesos para el
área geográfica B en nuestro país han resultado ser insuficientes, ¿por
qué aumentarlos unos cuantos pesos
cuando podemos aumentarlo varios miles? ¿Por qué no mejor que el salario mínimo
sea de mil, dos mil o tres mil pesos?
El problema radica en que un aumento del salario mínimo traería consigo dos
males por lo menos inmediatos: Aumento considerable de la inflación y
disminución del empleo, pues las empresas dejarían de contratar o mudarían sus
empresas para no tener que pagar sueldos más altos. Y si algunos piensan que la
inflación iría en comparsa con el aumento del sueldo, dudo mucho que los
ingresos de los trabajadores informales que suponen ser 59.8% de las personas
ocupadas en este país pudieran enfrentarse al fenómeno de la inflación, lo que
traería consigo el engrosamiento del número de pobres en nuestro país. Y,
finalmente, echando una mirada al pasado, la última vez que un presidente
aumento por decreto los salarios en un 30% fue en el sexenio de López Portillo,
y hasta donde conozco, fue ese un gobierno tan terrible que no solo nos dejó
endeudados y con una crisis económica en auge, sino que fue una etapa que se
conocerá como “La década perdida”.
Y solo para terminar, los dos países más prósperos del mundo: Singapur y
Suiza, no poseen en absoluto tarifas de salario mínimo. Y no es casualidad, es
conocimiento de reglas básicas de economía.
Si realmente nuestro gobierno dese aumentar el nivel de vida de los
mexicanos y rescatar a muchos de la pobreza y pobreza extrema, las medidas definitivamente
deben ser orientadas al fortalecimiento de la educación, a la atracción de
empresas que ofrezcan empleos bien remunerados a una sociedad calificada y
preparada a través de una buena educación, y no con medidas populistas que solo
traerán desastres a largo plazo.