jueves, 31 de julio de 2014

LOS DORMILONES

Han circulado de manera virulenta por las redes sociales y por diversos medios de comunicación, y han generado como siempre burlas, repudio y sobre todo epítetos peyorativos que realmente no sirven de nada y se pierden en un mar de generalidades, sin embargo, las fotografías de algunos legisladores que en plena sesión sobre la ley de la industria eléctrica se quedaron dormidos en medio de la discusión de una de las reformas más importantes de nuestra historia plantea ciertos cuestionamientos que bien vale la pena dilucidar:
Para empezar, el hecho mismo de quedarse dormidos genera dudas sobre su compromiso y profesionalismo con sus representados. Ciertamente el cuerpo humano tiene límites, y uno de ellos es el relativo al descanso, y es que las jornadas de trabajo han sido extensas, por lo que algunos inexorablemente son seducidos por los brazos de Morfeo, sin embargo, no es algo que suceda diariamente ni tampoco son desveladas que sean ajenas a los días de juerga que seguramente disfrutan los legisladores. Además de que las tareas legislativas no son tan extenuantes físicamente como las de un obrero, un albañil o un jornalero, ni tampoco desgastantes intelectualmente como las de un investigador académico o escritor. Por ello y muchas razones más no hay excusa para dormir en sesión, sin importar la duración de la misma.  La otra cuestión y que me parece fuera de lugar, es escuchar los ataques mencionando la filiación partidista de los dormilones. Definitivamente la filiación no tiene nada que ver en lo absoluto, si las víctimas de arrebatos oníricos son priístas, panistas o perredistas, hacen el mismo daño que si fueran representantes apartidistas. Además de que, al menos en teoría, en el congreso se encuentran representados los intereses de los mexicanos, no de los partidos. Al menos eso es lo que debería de ser. Ahora bien, resulta una burla la idea de colocar dispositivos en las curules que detecten cuando los legisladores de están quedando dormidos y en consecuencia reciban una pequeña descarga eléctrica que los reanime enseguida, tal como le menciono el legislador Ricardo Anaya, pues sus sueldos son tal altos que su obligación es trabajar tiempo completo y por ello la necesidad de estos dispositivos en las sillas legislativas. No obstante, resulta una ofensa hasta donde se piensa llegar debido a que algunos dormilones no están a la altura de las exigencias del puesto que detentan de manera temporal.
Definitivamente, no es un tema nuevo, sin embargo genera malestar social, pero no son los legisladores los culpables de  su diletancia, sino de nosotros como ciudadanos que no les exigimos resultados, trabajo, profesionalismo y compromiso. Si de fincar responsabilidades se trata, los primeros que deben ser juzgados son aquellos que se sienten ofendidos al observar las fotos de los legisladores tomando una pequeña siesta, ciudadanos expertos en criticar y denostar, pero timoratos y endebles al exigir.