Han circulado de manera virulenta por las redes sociales y por diversos
medios de comunicación, y han generado como siempre burlas, repudio y sobre
todo epítetos peyorativos que realmente no sirven de nada y se pierden en un
mar de generalidades, sin embargo, las fotografías de algunos legisladores que
en plena sesión sobre la ley de la industria eléctrica se quedaron dormidos en
medio de la discusión de una de las reformas más importantes de nuestra
historia plantea ciertos cuestionamientos que bien vale la pena dilucidar:
Para empezar, el hecho mismo de quedarse dormidos genera dudas sobre su
compromiso y profesionalismo con sus representados. Ciertamente el cuerpo
humano tiene límites, y uno de ellos es el relativo al descanso, y es que las
jornadas de trabajo han sido extensas, por lo que algunos inexorablemente son
seducidos por los brazos de Morfeo, sin embargo, no es algo que suceda
diariamente ni tampoco son desveladas que sean ajenas a los días de juerga que
seguramente disfrutan los legisladores. Además de que las tareas legislativas
no son tan extenuantes físicamente como las de un obrero, un albañil o un
jornalero, ni tampoco desgastantes intelectualmente como las de un investigador
académico o escritor. Por ello y muchas razones más no hay excusa para dormir
en sesión, sin importar la duración de la misma. La otra cuestión y que me parece fuera de
lugar, es escuchar los ataques mencionando la filiación partidista de los
dormilones. Definitivamente la filiación no tiene nada que ver en lo absoluto,
si las víctimas de arrebatos oníricos son priístas, panistas o perredistas,
hacen el mismo daño que si fueran representantes apartidistas. Además de que,
al menos en teoría, en el congreso se encuentran representados los intereses de
los mexicanos, no de los partidos. Al menos eso es lo que debería de ser. Ahora
bien, resulta una burla la idea de colocar dispositivos en las curules que
detecten cuando los legisladores de están quedando dormidos y en consecuencia
reciban una pequeña descarga eléctrica que los reanime enseguida, tal como le
menciono el legislador Ricardo Anaya, pues sus sueldos son tal altos que su
obligación es trabajar tiempo completo y por ello la necesidad de estos
dispositivos en las sillas legislativas. No obstante, resulta una ofensa hasta
donde se piensa llegar debido a que algunos dormilones no están a la altura de
las exigencias del puesto que detentan de manera temporal.
Definitivamente, no es un tema nuevo, sin embargo genera malestar social,
pero no son los legisladores los culpables de
su diletancia, sino de nosotros como ciudadanos que no les exigimos
resultados, trabajo, profesionalismo y compromiso. Si de fincar
responsabilidades se trata, los primeros que deben ser juzgados son aquellos
que se sienten ofendidos al observar las fotos de los legisladores tomando una
pequeña siesta, ciudadanos expertos en criticar y denostar, pero timoratos y
endebles al exigir.