Ciertamente los procesos electorales en nuestro país se han vuelto tan
comunes y los políticos tan ineficientes que han llegado a hartar a un buen
cumulo de ciudadanos que cada vez se sienten más decepcionados de la política y
la llamada “cosa pública” para ello los estudios de opinión demuestran
fehacientemente tal aseveración, pues encuestas como ENCUP y Latinobarómetro
son muestras fidedignas de tal descontento social. Aunado a eso, las elecciones
son desgastantes, pues acabamos de salir, al menos en Coahuila, de elecciones
para alcaldes, anteriormente elecciones presidenciales y ahora elecciones
locales para renovar nuestro congreso enfermo de abulia. Sin soslayar el tremendo
despilfarro de dinero que gastan dichos institutos políticos en contraste con un
país con la mitad de sus ciudadanos viviendo en la pobreza. Por eso mismo el
actual proceso en Coahuila resulta poco atractivo para los votantes que tendrán
que elegir diputados este próximo domingo seis de Julio. Y es que también, al
menos en nuestra entidad, son 13 partidos políticos que la mayoría de ellos
solo existen para sangrar al erario y su presencia obedece a la laxitud del
sistema electoral local que facilita la formación de estos institutos, como si
el número de partidos fuera condición para la Democracia. Sin embargo, el
ejercicio del voto debe ser más que una obligación un compromiso ciudadano y se
puede ver desde dos perspectivas. La primera, es la económica, pues el gasto de
los partidos para este proceso de elección de diputados es de la cantidad de
93.8 millones de pesos, de un total de 291 millones 620 mil 410 pesos que
ejercerá el IEPC este año y del cual más de la mitad se destina a sueldos de
sus trabajadores. Si dividimos tal ofensiva cantidad de dinero, entre los
votantes coahuilenses (1, 644,196), tenemos que cada voto nos cuesta 177 a
todos los coahuilenses en listado nominal. En ese sentido, debemos hacer que
dicho gasto no sea en balde y ejercer nuestro voto por el candidato que nos
parezca más competente o por el menos ineficiente según sea el caso, o,
finalmente, tachar la boleta anulando el voto, a final de cuentas esa tendencia
es también una forma democrática de expresión, pues si los candidatos son todos
exiguos en sus propuestas existe la opción de mostrar que nadie es merecedor
del voto y se anula la misma.
Finalmente, la segunda perspectiva tiene que ver con las virtudes cívicas
que debemos poseer como ciudadanos, pues gran parte de los problemas sociales
en la actualidad no son resueltos por las autoridades porque no existen
ciudadanos que les exijan el cumplimiento de sus responsabilidades, el caso de
dos diputados sobre los que he comentado en otras ocasiones: María Guadalupe
Rodríguez y Francisco Rodríguez, actuales legisladores con gris desempeño, no
son reconvenidos por ciudadanos, pues la apatía es un mal de nuestra sociedad
que sin duda debe ser derrotado con participación y compromiso social.
Definitivamente, este próximo domingo la participación debe ser una
realidad, pero el seguimiento a los ganadores debe ser una obligación
ciudadana, se trata no solo de ejercer el sufragio, sino de cogobernar, pues
como bien lo mencionara Arthur C. Clarke: “La
tarea de gobernar es tan difícil y complicada, que por ello no debemos
dejársela solo al gobierno”.