jueves, 6 de marzo de 2014

RAPIÑA

Siempre los impuestos han sido un tema escabroso para todo gobierno, sobre todo para los gobiernos en este país, que a lo largo de la historia se han caracterizado por la poca eficiencia y la nula transparencia con que los recursos se han aplicado derivados de la recaudación impositiva. A reserva de la recién aprobada reforma hacendaria, que a mi juicio fue solo una reforma fiscal con fines recaudatorios con poca claridad y eficacia en lo que se usarán los recursos, el tema a colación tiene que ver con la manera en que los gobiernos locales, particularmente los municipios, juegan con sus haciendas o sus regímenes tributarios amparándose en el sistema federal y la autonomía que éste sistema les confiere.  Pues bien, revisando la ley de ingresos del municipio de Allende, Coahuila, salen a la luz los detalles sobre los aspectos y acciones que llenarán las arcas de la tesorería municipal para, según la teoría, utilizarlos en beneficio de la comunidad.  Y uno de estos detalles, sin importar la necesidad y urgencia de recursos, no tiene justificación alguna para poder existir más que aquel que le dio origen derivado de alguna idea de algún funcionario con deseos de incrementar a como diera lugar los recursos del fisco allendense.   
Y es el referente al artículo 24 de la ley de ingresos, referente a la expedición de licencias para la colocación y uso de anuncios y carteles publicitarios, que señala lo siguiente: ARTÍCULO 24.- Es objeto de este derecho la expedición de licencias y el refrendo anual de éstas, para la colocación y uso de anuncios y carteles publicitarios o la realización de publicidad, excepto los que se realicen por medio de televisión, radio, periódico y revistas.   
El problema, a simple vista no parece existir, sin embargo, en la práctica aparecen los detalles, y es que ahora cualquier negocio, por ejemplo una paletería, que siempre ha pagado impuestos al estar dentro del régimen de pequeños contribuyentes, y que debe por razones eminentemente comerciales publicitar en su fachada su razón social, debe pagar impuestos por exhibir su giro comercial en las paredes de su propia instalación, lo cual me parece una aberración a  todas luces recaudatoria. Pues ya se paga un impuesto por el permiso para funcionar como negocio, además del impuesto predial que se paga al municipio, como para terminar pagando por algo que es inherente a la existencia del propio negocio.  Todo ello me recuerda aquella sugestiva película titulada “La ley de Herodes”, en donde el alcalde tomo la constitución y recorta algunas partes de la misma y le agrega alguno extractos de su puño y letra para cobrar impuestos al estilo Antonio López de Santa Anna, es decir, cobrar hasta por poseer perros.
Soy un convencido de la necesidad de pagar impuestos, pues un gobierno necesita recursos para trabajar, sin embargo, cuando la carga impositiva resulta ser descaradamente recaudatoria y sin fundamentos suficientes para su existencia, el termino se transforma en otra más peyorativo: Rapiña, y eso, precisamente, es lo que denota el artículo 24 de la ley de ingresos de Allende, Coahuila.