jueves, 9 de enero de 2014

VACÍO

Desde luego que el vacío jurídico y la ausencia del Estado de Derecho son una realidad en muchas regiones de nuestro país, el dilema de la legalidad y la legitimidad cobra vida con sucesos como los que acontecen en estos momentos en Estados como Michoacán.
Es bien sabido por propios y extraños que la ausencia del Estado es notoria en dicha entidad, pues el crimen organizado campea a sus anchas y despotrica contra la sociedad sin importarle los daños colaterales imponiendo su autoridad y sus reglas ante la mirada permisiva de autoridades locales y estatales. Ante tanta indefensión no debe resultar sorprendente la aparición de grupos armados civiles que hartos de la situación buscan revertir el estatus pernicioso que impera en estos momentos. Son aproximadamente 35 municipios y 70 comunidades en la cuales los grupos de autodefensas han hecho acto de presencia y al parecer intentan extender su presencia hasta purgar a la delincuencia organizada.  
El dilema es que la actuación de las autodefensas está, al igual que la delincuencia, al margen de la ley y es aquí en donde la legitimidad hace acto de presencia, pues en muchos municipios son respaldados por el grueso de la población harta de las bandas delictivas y su infecta presencia.  No obstante, la pregunta obvia es si acaso existe otra salida ante el vacío y la ineptitud de las autoridades en su misión de mantener el orden y la paz social. Puesto que la historia misma nos ha enseñado que las guerrillas que retan a los Estados una vez nacieron como movimientos buscando justicia y legalidad, tal cual sucede con las autodefensas, y tal cual sucedió en su momento con el ERPI, el EPR o el EZLN. Que, guardadas todas las proporciones, surgieron como movimientos en defensa de grupos sociales vulnerables, del mismo modo que sucede con las autodefensas en estos momentos.
El Estado mexicano dejó crecer, por lo motivos que hayan sido, el problema de la delincuencia a grado tal que ahora no es uno sino dos problemas que enfrenta el Estado: Delincuencia organizada al margen de la ley con recursos económicos disponibles, y, por otro lado, grupos armados civiles, también al margen de la ley, pero con legitimidad y popularidad en algunos sectores. En el mejor de los casos, si el gobierno derrotara o pactara con el narcotráfico tendría la tarea de desarmar a las autodefensas, sin embargo, la historia nos enseña lo difícil que se vuelve desarmar a grupos civiles que navegan con bandera de reivindicaciones sociales y bienestar ciudadano. Ya no se trata de si son buenas, malas, necesarias, legítimas; ilegales o cualquier adjetivo las llamadas autodefensas, se trata del tremendo vacío que ha dejado el Estado y que ahora amenazan la existencia del llamado contrato social, pues al grado de que poco o nada importan las autoridades en estos momentos, sino el conflicto mismo, hemos llegado ya sin lugar a dudas.