No se trata de ser detallistas, tampoco de buscar errores con la intención
de hacer señalamientos tan sólo por el hecho de hacerlos, mucho menos se trata
de revanchismos o exageraciones sin fundamento. Pero tampoco se trata de
permanecer indiferentes ante acciones carentes de sentido o extravagantes que
aunque no son ilegales, si reflejan y resultan ser un insulto a la ciudadanía
en general.
El alcalde de Allende, Coahuila, el priísta Reynaldo Tapia, mejor conocido
como “El Papis”, conocido en la región de los manantiales por su fijación por
el color amarillo que se ha vuelto característico de sus negocios particulares,
ha comenzado a pintar de dicho color las instituciones de Allende. Lo que parecía
ser un hecho aislado al pintar el kiosco / Biblioteca pública de la plaza
principal de amarillo, ha trascendido a la fachada de la presidencia municipal,
generando con ello una serie de comentarios peyorativos y malestar ciudadano. Entiendo que todos los gobernantes buscan
dejar huella de su trabajo o gestión para la posteridad o darle un rumbo muy
característico y único a la manera de hacer las cosas, pues ya lo decía
Maquiavelo al afirmar que los príncipes (refiriéndose a los políticos) deben
confeccionar obras magnánimas que los vuelvan inmortales para ser siempre
recordados, no obstante, el estilo de desempeñarse en la administración pública
dista mucho de fijaciones personales que puedan ser trasladadas a cuestiones
meramente públicas. Lo que acciones como las realizadas por el Alcalde Reynaldo
reflejan, son características de regímenes autoritarios en donde la voluntad
personal y los caprichos de los gobernantes se imponen al interés público. Y si la opinión de los habitantes sobre la
decisión de trasladar sus traumas o fijaciones a las instituciones públicas le
importan muy poco, tenemos sin duda un alcalde con tendencias autoritarias.
No es necesario traer ejemplos de otras latitudes sobre lo que es correcto políticamente
hablando, pues basta tan solo con observar al gobierno federal que en sus
informes y propaganda mediática ha optado por no usar ningún logo o imagen que caracterice a dicho gobierno, optando por la simple
leyenda de “Gobierno de la República”. Situación
que debe ser reconocida, pues los políticos al estar frente a un puesto que
significa toma de decisiones, deben dejar de lado filias y fobias, es decir, soslayar
tendencias partidistas y personales a la hora de tomar decisiones que se supone
deben buscar el bien común. La fachada amarilla de la presidencia de Allende me
recuerda el totalitarismo de Hitler y el fascismo de Mussolini cuando dichos
gobernantes caracterizaron las instituciones de sus países con la esvástica y
el fasces respectivamente.
Si la idea del alcalde de Allende es impregnar su huella particular en su
administración, me parece que está equivocando el rumbo, y sinceramente no
quisiera imaginar lo que le espera a la ciudad el resto de los cuatro años en
que sus decisiones determinaran el destino de dicha ciudad si las mismas van
signada por fobias personales.