Con este acrónimo, se define a la loable pero vacua Reforma Integral a la
Educación Media Superior; medida o reforma que plantea una serie de objetivos
entre los que destaca el que me parece resulta ser la médula de dicha reforma:
la inoculación de una serie de “competencias”
que los alumnos deben adquirir en su travesía por la educación media superior,
con el supuesto objetivo de formar ciudadanos integrales, sensibles y “aptos”
para las vicisitudes que plantea el contexto de la llamada “aldea global”. La
idea en sí no es deleznable, pues endosar el fracaso de nuestro sistema
educativo a la educación primaria y secundaria me parece poco certero debido a
que la educación media superior también adolece de falencias que es preciso
señalar. Como docente del sistema medio superior, al igual que varios
compañeros, cumplimos con ciertos requerimientos para poder acceder a un
documento que nos certifica como docentes con competencias, sin embargo, la
realidad dista mucho de las buenas intenciones de las reformas. Para empezar,
la revisión de teorías relativas a la manera de aplicar educación con enfoque
competitivo no dista mucho de lo que actualmente se hace, pues la mera revisión
de algunos textos y la presentación de una evaluación con un grado de
complejidad sumamente sencillo nos han facultado como docentes certificados en
competencias. Es decir, cumplir con meros formalismos no es garantía de haber
obtenido las herramientas para cambiar a la juventud de nuestro país y formar a
los próximos ciudadanos que este país necesita. Sin embargo el “papelito”
obtenido con extrema facilidad avala que somos ya formadores de ciudadanos, lo
cual es una falacia a todas luces ostensible. Por otro lado, no existen
parámetros que permitan evaluar realmente ni a corto ni a mediano plazo la
efectividad de esta reforma, pues lo ideal sería que existieran plazos
perentorios para medir la eficacia de la reforma, así como evaluar a los
docentes que ya estamos certificados para comparar resultados en alumnos en
escenarios previos y posteriores a la aplicación de la reforma. La evaluación a
la largo plazo permite verificar si realmente la reforma ha tenido resultados,
pero para ello hay que tener objetivos a cumplir, sin embargo, no existen
dichos objetivos, pues la pregunta idónea sería ¿Cuáles son la características
de los jóvenes egresados con competencias en comparación con aquellos que
carecen de las mismas? Resulta difícil explicarlo.
Países como Finlandia, que tiene los mejores niveles educativos en el mundo,
jamás han aplicado reformas como la RIEMS ni han intentando encontrar el hilo
negro de la educación de calidad con resultados inobjetables; simplemente, han
invertido esfuerzos en la capacitación de docentes, no sólo en técnicas
pedagógicas, sino en evaluaciones de conocimiento sobre las asignaturas que
imparten, porque no puede haber nada peor que un docente impartiendo una
materia sobre la cual no conoce más que los preceptos básicos que vienen
enmarcados en su programa escolar. Me parece que la confección de ciudadanos va
más allá de tratar de aplicar un enfoque educativo que no es garantía de éxito,
pues los países desarrollados no lo aplican, y de nada sirve reformar si el
cimiento axiológico de una sociedad está podrido. Y es justamente ahí por donde
debemos empezar.