En los albores de la reforma en materia energética que inexorablemente se
avecina, la izquierda, representada por el PRD ha lanzado una iniciativa
tendiente a recolectar firmas para invocar a una consulta popular que permita
conocer el punto de vista de la ciudadanía sobre la posible intervención de
capital privado en el funcionamiento y operatividad de la paraestatal Petróleos
de México (PEMEX), puesto que dicha inversión siempre se ha considerado anatema
dentro de nuestra legislación y el seno de nuestra propia sociedad. Sin
embargo, no es sobre la reforma energética en sí misma sobre lo que me parece
importante disertar, sino por la medida que intenta llevar a cabo el PRD y que
es considerado en muchos países un mecanismo alterno de participación
ciudadana, me refiero a las consultas populares, al referendo y al plebiscito.
La idea del régimen representativo supone la existencia de representantes
populares electos democráticamente en un proceso transparente, legal y certero,
por lo que en teoría, dichos individuos representan diversos sectores populares
y velan por los intereses de dichos sectores. En virtud de ello, parece ocioso
el que existan mecanismo alternos que en cierto modo pongan en tela de juicio
las decisiones tomadas por los representantes democráticamente electos, pues se
supone que sus decisiones deben ser vinculatorias. Por ello no parece sano en
una democracia consultar a la ciudadanía sobre un tema en particular cuando se
supone que los representantes están para realizar ese trabajo. No obstante, la
idea de la representatividad es realmente una falacia, y para muestra un botón:
En la elección para elegir gobernador en nuestra entidad en el año 2011,
únicamente votaron el 60% del listado nominal, sin embargo, por el vencedor de
la contienda votó solamente el 34% de los votantes, mientras que el restante
26% lo hicieron por los demás partidos. Es decir, que si la elección de
gobernador dependiera de 10 ciudadanos coahuilenses, únicamente tres decidirían
por los siete restantes.
O en otras palabras, tanto el abstencionismo como la pluralidad política
merman directamente el sistema representativo al ocasionar que los ganadores
gocen siempre de poca legitimidad trayendo como consecuencia que la mayoría de
los ciudadanos no se sientan representados por los gobernantes en turno. Por
ello se hace necesaria la existencia de mecanismos alternos de participación
ciudadana que permitan escanear el sentir, la percepción y la opinión de
aquellos ciudadanos que ciertamente son mayoría y que no se sienten cobijados
por el régimen representativo.
Por ello, me parece que antes de que se piense en una reforma energética,
es menester abogar por una reforma política que legalice y permita el
despliegue de este tipo de mecanismos de inclusión ciudadana en la toma de
decisiones importantes. Se trata, finalmente, de legitimar las decisiones del
gobierno.