El pasado Sábado amanecimos con la novedad de un incremento de 11 centavos
en el precio de la gasolina, situación que molesta a usuarios de vehículos
motorizados. Sin embargo, y aún a pesar de dicho incremento, el subsidio del
gobierno en este combustible será de 76 mil millones de pesos. Es decir, esta
inmensa cantidad de dinero que se invierte para que el costo de la gasolina no
sea tan elevado beneficia sólo a una parte privilegiada de la sociedad
mexicana. Y es que según datos recientes del Economist.com, en México existen
142 vehículos por cada mil habitantes, es decir, tan sólo el 14% de los
habitantes de los 112, 336 538 habitantes según datos del último censo
realizado por el INEGI poseen vehículo propio. En ese sentido, me parece que el
subsidio a la gasolina es un aportación
gubernamental que no tiene sentido de existir, pues se benefician
exclusivamente una pequeña parte de ciudadanos que tienen la posibilidad de
hacer uso de vehículos sin importar el modelo y marca de automóvil. Por eso soy
uno de los principales convencidos de que dicho subsidio debe desaparecer, pues
para empezar la eliminación de dicho subsidio
traería consecuencias saludables en varios sentidos, la primera sería una
disminución del uso de vehículos y que tendría impacto directo en la reducción
de las emisiones de CO2, gas culpable del llamado efecto invernadero y que es
causante del llamado calentamiento global que amenaza seriamente nuestro
planeta. Por otro lado, esa inmensa cantidad de dinero que se utiliza para
subsidiar podría ser canalizado a otras prioridades tales como el desarrollo
social, la educación o la seguridad social, temas que son nodales para el
crecimiento de nuestro país. Finalmente, el uso de bicicletas para transporte o
la manera pedestre de trasladarse tendrían mejores resultados en la salud de
las personas que el impuesto a los refrescos que buscan eliminar el problema de
la obesidad. Los impuestos generalizados deben buscar también beneficiar a
grupos generalizados, no privilegiados, y el subsidio a la gasolina es,
justamente, un apoyo que privilegia solo a ciertos grupos con capacidad para
adquirir un vehículo con el consecuente daño al erario derivado del subsidio
gubernamental y el inexorable daño que genera en el medio ambiente con las
emisiones del venenoso CO2. Por ello no sólo apoyo, sino que celebro el aumento
a los combustibles, en un claro gesto de solidaridad con la mayoría de los
mexicanos que no poseen vehículos de transporte y en una clara manifestación de
apoyo hacia el medio ambiente, pues se supone que el crecimiento debe ser
sustentable, es decir, amable con la naturaleza. Subsidios como la energía eléctrica
deben continuar, pues su uso es generalizado, no así como los automóviles.
Quizá suene antipopular, pero, insisto, es la mayoría de los mexicanos los
que no poseen medios de transporte motorizados y quienes necesitan diversos
apoyos gubernamentales que bien pudieran provenir de un pésimo subsidio a la gasolina que lo único que
hace es generar mayor contaminación y beneficiar a una minoría con poder adquisitivo
para hacer uso de vehículos que sinceramente perjudican tanto al erario público
como a la naturaleza en general. Otros rubros necesitan esos 76 mil millones de
pesos, como por ejemplo becas a estudiantes, apoyo a necesitados, damnificados,
personas en situación de pobreza, seguridad pública, infraestructura, etc.,
etc., hay que, pues, establecer prioridades de manera sensata.