Cuando se habla de las “reformas”, inmediatamente las catalogamos como una
serie de vicisitudes estructurales que pueden ser aprobadas una por una en una
especie de concatenación que derive en la confección de un escenario con
condiciones propicias para el crecimiento y desarrollo social, económico y
político del país. No obstante, más que reformas aisladas, son reformas que deben
ir de la mano, es decir, su planeación y proyección debe darse en un marco de
interrelación que las vuelva parte de un mismo escenario, cosa que, me
parece, no está sucediendo con lo que
estamos viendo en la actualidad.
Para el caso de la reforma hacendaria y energética, ambas parecen haberse
confeccionado por separado y sin el requisito de la interconexión que debería
privar, por lo menos, es estas dos reformas de gran calado. Pues nada más en la
presentación de los detalles de la reforma hacendaria, se dejaron ver las
intenciones recaudatorias del gobierno de Peña Nieto con el aumento al ISR, a
la industria maquiladora, al IVA en la frontera norte y al impuesto a las
bebidas azucaradas, no obstante, no se abordo para nada el tema de la
despetrolización de la economía, pues una verdadera reforma hacendaria y no
fiscal nos hubiera dado las herramientas jurídicas para liberar a PEMEX de las
garras de Hacienda y con ello dejar de depender de un recurso natural que tarde
o temprano dejara de existir. Otorgándole de paso a PEMEX los elementos
necesarios para su autonomía y autogestión que la lleve a estándares de calidad
de primer mundo.
El gasto gubernamental es sostenido, principalmente, gracias a la industria
petrolera, pues nada más en el 2012, la paraestatal tuvo ventas por un billón
647 mil pesos, con una utilidad neta de 905.300 millones de pesos, casi un 55%
de sus ventas. No obstante, tuvo que cubrir 902.600 millones de pesos en
impuestos y derechos, es decir, el 99 por ciento de sus utilidades. Con esos
datos, podemos entender el motivo por el que PEMX es, ciertamente, una empresa
quebrada, poco competitiva y si muy redituable para el gobierno federal. No
obstante, insisto, en la medida en que los biocombustibles avanzan en la
sustitución del uso de combustibles fósiles en la idea del desarrollo
sustentable, más rezagados quedamos y peligrosamente expuestos a serios
problemas económicos en el futuro por no atender este punto de vista que tiene
que ver tanto con la reforma energética como con la reforma hacendaria.
Una reforma hacendaria que libere a PEMEX y una reforma energética que
permita contratos de riesgo son, en términos generales, dos alicientes nodales
para el crecimiento económico, no obstante, parece ser que son reformas
aisladas que se cuecen en hornos diferentes para dos realidades completamente
disímbolas aunque se trate de un mismo país y bajo una perspectiva de corto
plazo. No es, de ninguna manera, un avance en materia hacendaria, energética y,
consecuentemente, económico-social, parece que todo cambia para seguir
igual.