jueves, 26 de septiembre de 2013

DE LA MANO

Cuando se habla de las “reformas”, inmediatamente las catalogamos como una serie de vicisitudes estructurales que pueden ser aprobadas una por una en una especie de concatenación que derive en la confección de un escenario con condiciones propicias para el crecimiento y desarrollo social, económico y político del país. No obstante, más que reformas aisladas, son reformas que deben ir de la mano, es decir, su planeación y proyección debe darse en un marco de interrelación que las vuelva parte de un mismo escenario, cosa que, me parece,  no está sucediendo con lo que estamos viendo en la actualidad.
Para el caso de la reforma hacendaria y energética, ambas parecen haberse confeccionado por separado y sin el requisito de la interconexión que debería privar, por lo menos, es estas dos reformas de gran calado. Pues nada más en la presentación de los detalles de la reforma hacendaria, se dejaron ver las intenciones recaudatorias del gobierno de Peña Nieto con el aumento al ISR, a la industria maquiladora, al IVA en la frontera norte y al impuesto a las bebidas azucaradas, no obstante, no se abordo para nada el tema de la despetrolización de la economía, pues una verdadera reforma hacendaria y no fiscal nos hubiera dado las herramientas jurídicas para liberar a PEMEX de las garras de Hacienda y con ello dejar de depender de un recurso natural que tarde o temprano dejara de existir. Otorgándole de paso a PEMEX los elementos necesarios para su autonomía y autogestión que la lleve a estándares de calidad de primer mundo.
El gasto gubernamental es sostenido, principalmente, gracias a la industria petrolera, pues nada más en el 2012, la paraestatal tuvo ventas por un billón 647 mil pesos, con una utilidad neta de 905.300 millones de pesos, casi un 55% de sus ventas. No obstante, tuvo que cubrir 902.600 millones de pesos en impuestos y derechos, es decir, el 99 por ciento de sus utilidades. Con esos datos, podemos entender el motivo por el que PEMX es, ciertamente, una empresa quebrada, poco competitiva y si muy redituable para el gobierno federal. No obstante, insisto, en la medida en que los biocombustibles avanzan en la sustitución del uso de combustibles fósiles en la idea del desarrollo sustentable, más rezagados quedamos y peligrosamente expuestos a serios problemas económicos en el futuro por no atender este punto de vista que tiene que ver tanto con la reforma energética como con la reforma hacendaria.
Una reforma hacendaria que libere a PEMEX y una reforma energética que permita contratos de riesgo son, en términos generales, dos alicientes nodales para el crecimiento económico, no obstante, parece ser que son reformas aisladas que se cuecen en hornos diferentes para dos realidades completamente disímbolas aunque se trate de un mismo país y bajo una perspectiva de corto plazo. No es, de ninguna manera, un avance en materia hacendaria, energética y, consecuentemente, económico-social, parece que todo cambia para seguir igual.