Según datos del programa federal de asistencia social
“Oportunidades”, en Coahuila se destinan anualmente 700 millones de pesos para
apoyos alimentarios, de salud y educativos para combatir la pobreza. Y a pesar
de esta inmensa cantidad de recursos, según datos oficiales de la Comisión
Nacional de Evaluación de la Política Social (CONEVAL), la pobreza en nuestra
entidad aumento al sumarse a ella 23 mil coahuilenses tan sólo en el periodo
2010-2012. Mientras que las personas en pobreza extrema aumentaron en 11 mil
individuos.
Estos datos ofrecidos por la CONEVAL cuestionan
severamente la efectividad de los programas sociales y los recursos que se
invierten en ellos, pues no reflejan en ningún momento índices de mejora en la
calidad de vida de los ciudadanos que reciben estos programas. Ello nos plantea
una serie de conclusiones que bien pueden ser contundentes, pues dicho programa
social tiene aproximadamente 16 años de vida y en ese tiempo la pobreza no ha
disminuido, sino todo lo contrario, se ha incrementado.
Las conclusiones, pues, tienen que ver directamente con
la ineficiencia del programa, pues los datos sólo denotan que el gobierno ha
equivocado la estrategia al dedicarse a labores asistenciales que me parece son
loables, pero ciertamente insuficientes, pues en lugar de entregar despensas,
me parece más apropiado que se hubiese invertido ese dinero en la generación de
empleos que realmente saquen a las personas de la situación de pobreza a través
de las acciones correctas en clara alusión al proverbio chino: “No dar pescado,
sino enseñar a pescar”. Pues el asistencialismo sólo resulta ser una “curita”
que intenta frenar una hemorragia sin que a largo plazo genere mejoría real en
las condiciones de vida de los ciudadanos en pobreza y pobreza extrema.
Los datos de la CONEVAL no son la única prueba del
fracaso del asistencialismo, pues recientemente se demostró que la deuda de
Coahuila que se supone se gastó con el objetivo de mejorar la calidad de vida
de los coahuilenses, tampoco cumplió con su objetivo, pues no disminuyeron en ningún
sentido los índices de marginación y pobreza en nuestra entidad, de ahí que
ambos recursos, el gasto anual del gobierno federal y el gasto estatal que se
convirtió en deuda no sirvieron absolutamente para nada. No obstante, es una
realidad que cada gobierno se legitima y sobrevive gracias a la pobreza, pues
entre más personas en esa situación se encuentren, es más fácil conseguir votos
en cada elección a cambio de una despensa de personas que la necesitan de
manera urgente, así mismo, si no hubiera pobreza, cada partido político y sus
candidatos se quedarían sin propuestas, pues siempre proponen lo mismo:
Bienestar social y mejor calidad de vida, de ahí que la pobreza le permite al
gobierno sobrevivir cómodamente.
Sólo con ese incentivo perverso se puede explicar la
miopía de la clase política que prefiere entregar despensas y cobertores en
lugar de invertir en infraestructura y capacitación de personas que atraiga a
empresarios que generen empleos y con ellos permitan que las personas salgan de
la pobreza extrema y dejen de depender del asistencialismo gubernamental para
poder subsistir. Ya son 16 años de una política social que no nos ha sacado de
la pobreza, me parece que es tiempo de cambiar de rumbo y recomponer el camino
siguiendo la premisa de aquel viejo proverbio chino.