miércoles, 14 de agosto de 2013

INSERVIBLE

Según datos del programa federal de asistencia social “Oportunidades”, en Coahuila se destinan anualmente 700 millones de pesos para apoyos alimentarios, de salud y educativos para combatir la pobreza. Y a pesar de esta inmensa cantidad de recursos, según datos oficiales de la Comisión Nacional de Evaluación de la Política Social (CONEVAL), la pobreza en nuestra entidad aumento al sumarse a ella 23 mil coahuilenses tan sólo en el periodo 2010-2012. Mientras que las personas en pobreza extrema aumentaron en 11 mil individuos.
Estos datos ofrecidos por la CONEVAL cuestionan severamente la efectividad de los programas sociales y los recursos que se invierten en ellos, pues no reflejan en ningún momento índices de mejora en la calidad de vida de los ciudadanos que reciben estos programas. Ello nos plantea una serie de conclusiones que bien pueden ser contundentes, pues dicho programa social tiene aproximadamente 16 años de vida y en ese tiempo la pobreza no ha disminuido, sino todo lo contrario, se ha incrementado.
Las conclusiones, pues, tienen que ver directamente con la ineficiencia del programa, pues los datos sólo denotan que el gobierno ha equivocado la estrategia al dedicarse a labores asistenciales que me parece son loables, pero ciertamente insuficientes, pues en lugar de entregar despensas, me parece más apropiado que se hubiese invertido ese dinero en la generación de empleos que realmente saquen a las personas de la situación de pobreza a través de las acciones correctas en clara alusión al proverbio chino: “No dar pescado, sino enseñar a pescar”. Pues el asistencialismo sólo resulta ser una “curita” que intenta frenar una hemorragia sin que a largo plazo genere mejoría real en las condiciones de vida de los ciudadanos en pobreza y pobreza extrema.
Los datos de la CONEVAL no son la única prueba del fracaso del asistencialismo, pues recientemente se demostró que la deuda de Coahuila que se supone se gastó con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los coahuilenses, tampoco cumplió con su objetivo, pues no disminuyeron en ningún sentido los índices de marginación y pobreza en nuestra entidad, de ahí que ambos recursos, el gasto anual del gobierno federal y el gasto estatal que se convirtió en deuda no sirvieron absolutamente para nada. No obstante, es una realidad que cada gobierno se legitima y sobrevive gracias a la pobreza, pues entre más personas en esa situación se encuentren, es más fácil conseguir votos en cada elección a cambio de una despensa de personas que la necesitan de manera urgente, así mismo, si no hubiera pobreza, cada partido político y sus candidatos se quedarían sin propuestas, pues siempre proponen lo mismo: Bienestar social y mejor calidad de vida, de ahí que la pobreza le permite al gobierno sobrevivir cómodamente.

Sólo con ese incentivo perverso se puede explicar la miopía de la clase política que prefiere entregar despensas y cobertores en lugar de invertir en infraestructura y capacitación de personas que atraiga a empresarios que generen empleos y con ellos permitan que las personas salgan de la pobreza extrema y dejen de depender del asistencialismo gubernamental para poder subsistir. Ya son 16 años de una política social que no nos ha sacado de la pobreza, me parece que es tiempo de cambiar de rumbo y recomponer el camino siguiendo la premisa de aquel viejo proverbio chino.