En una nueva faceta del conflicto armado en Colombia, las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC), el grupo guerrillero con mayor presencia,
el más fuerte y el más peligroso de América Latina parece dar visos de una
verdadera reconciliación con el Estado Colombiano. Y es que ciertamente no es
la primera vez que el grupo guerrillero y el gobierno colombiano intentan
entablar conversaciones para dirimir el conflicto que lleva más de cincuenta
años activo, sin embargo, en lo personal me sorprendieron las declaraciones
vertidas en la Habana, Cuba, en donde se realizan las conversaciones de paz,
por uno de los máximos líderes de dicho movimiento armado: Pablo Catatumbo, al
reconocer que son parte del conflicto y no una víctima del Estado colombiano
como siempre lo habían afirmado, además de pedir una especie de perdón de
manera tácita a la sociedad por el dolor que les pudieron haber causado. Y no
es para menos, pues de cada 10 víctimas de la violencia de las FARC, ocho eran
civiles ajenos a dicho conflicto.
Los datos del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) ofrecen testimonios
escalofriantes: 5.7 millones de desplazados o desterrados de sus hogares por
culpa de la guerra interna, 220.000 muertos, 25.000 desaparecidos y 30.000
secuestrados. De dicho informe se desprenden datos todavía más específicos:
Víctimas de minas personales: 10.189, masacres: 1.982, civiles muertos en
total: 177.307.
Datos verdaderamente denigrantes, ignominiosos, que difícilmente se
borrarán del tejido social colombiano, y en ello recae en gran parte el destino
verdadero de las FARC. Pues muchos colombianos no parecen estar contentos con
un simple “borrón y cuenta nueva”, pues exigen castigo a los líderes que
ciertamente defendían sus ideales, pero en dicha defensa causaron daños
colaterales sumamente perniciosos. Sinceramente me parece que el destino de los
líderes de las FRAC, en caso de un cese al fuego, será el mismo que el de las
Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), pues sus líderes fueron finalmente
extraditados a Estados Unidos, y lo mismo les espera a los líderes de las FARC,
por lo que tarde o temprano las conversaciones empezarán a ralentizarse y
consecuentemente a deteriorarse, pues insisto, tanto daño no puede solucionarse
con un simple “perdón” y luego permitir que las FARC formen un Partido Político
y compitan en las próximas elecciones presidenciales, tal cual sucedió con los
separatistas Ejército Republicano Irlandés (IRA), en Irlanda del Norte.
Celebro el cambio de actitud de las FARC, pero me parece que lo que los
líderes buscan es impunidad y concesiones a cambio de dejar las armas de tan inveterado
conflicto, no obstante, sobre su intención pesa una enorme carga de dolor y
frustración de las víctimas y los familiares de éstas que de ninguna manera se
quedarán de brazos cruzados ante la posibilidad de un cómodo armisticio.