Hay dentro de los numerosos planes del llamado “Pacto por México”, una
propuesta que se antoja interesante por el gran calado de su esencia. Se trata
de la posibilidad de confeccionar un Instituto Nacional Electoral, que se
encargue de organizar y ejecutar los procesos electorales en la entidades
federativas, esto debido a que los institutos electorales en cada Estado han
sido cuestionados (algunos de ellos) por la parcialidad de sus acciones al ser
acusados de servir al gobierno estatal en turno, además de la ineficiencia que
algunos han mostrado derivado del proceso electoral que aconteció el mes
pasado.
La idea en esencia me parece correcta, no tanto así el método que se piensa
usar, pues si bien es cierto que el fin justifica los medios, algunas veces el
remedio es más pernicioso que la propia enfermedad. Y es que verdaderamente la
idea de que cada Estado posea sus propias reglas en materia electoral resulta
aberrante, pues nada más en lo que se refiere a la existencia de Partidos
Políticos, además de los ocho con registro nacional, tenemos que tolerar la
existencia de decenas y decenas de partidos morralla que se conforman al vapor
y con tanta facilidad en cada entidad en perjuicio y detrimento directo al
erario público, es decir, al bolsillo del ciudadano común. Además de que para
nadie resulta sorprendente que cada instituto juega de manera subrepticia en
comparsa con el gobierno estatal en turno a veces en claros y evidentes
contubernios que degradan aún más a nuestra llamada clase política. Por eso
siempre he pensado en que las elecciones
deben federalizarse, es decir, que sea el Instituto Federal Electoral
(IFE) quien se encargue de dichos procesos en cada entidad. Ello nos daría
mayor certeza en resultados, mayores reglas y candados para la existencia de
Partidos y menos sometimiento institucional a los gobiernos en cada entidad.
De ahí que la idea es buena, no obstante, el método resulta ser poco
atractivo, pues se piensa en conformar un Instituto Nacional Electoral, es
decir, más burocracia todavía, pues si de organizar elecciones se trata, ya
existe la estructura del IFE en cada entidad, cuestión de agregarle
atribuciones y jurisdicción reformando el COFIPE para darle las herramientas al
IFE para que pueda cumplir con la encomienda. Finalmente, no se trata de
conculcar la autonomía de los Estados, sino de poner en orden un sistema
electoral autónomo que no ha probado ser eficiente en su totalidad, y para
muestra el fracaso cívico del IEPC en Coahuila y los señalamientos de
parcialidad hacia su conejo general en el que por cierto se ha perpetuado el
presidente de dicho consejo, cosa que difícilmente sucedería con el IFE al
mando en cada entidad. De ahí que la propuesta es interesante, pero no por el
lado de conformar otro Instituto que engrose el gasto público. Pues se trata de
hacer más con menos, y si no, por lo menos hacer más con lo que actualmente se tiene.