jueves, 27 de junio de 2013

APERTURA

Es cuestión de tiempo, no faltan muchos años para que nuestro país comience a importar, además de gas y gasolina, petróleo crudo, pues PEMEX es cada vez una empresa más ineficiente y al borde de la quiebra. Para ello el gobierno de Peña Nieto se dispone a presentar una propuesta de reforma energética en la cual se abra la posibilidad de inversión privada en la paraestatal. Situación que en lo personal me parece saludable y hasta necesaria. No obstante, la intención no resulta sencilla ni mucho menos popular, pues además de las fuerzas políticas que sin duda ese opondrán a dicha apertura, el grueso de la sociedad mexicana estigmatizada por muchos años en la falsa idea de la soberanía y de que “PEMEX es de los mexicanos” no parece estar muy convencida, pues en la reciente encuesta de GEA el 68% de los mexicanos encuestados está en contra de la apertura de PEMEX a capital privado.
No obstante, la idea de la apertura nada tiene que ver con la privatización, pues nada más en el tema referente a la exploración, PEMEX carece de la tecnología necesaria para realizar exploraciones profundas y en su caso extraer crudo pesado, toda vez que la exploración no significa que se vayan a encontrar pozos con certeza, por lo que existen riesgos de pérdidas que se disiparían si una empresa privada corriera con los riesgos y en caso de encontrar yacimientos pudiese explotarlos con la respectiva carga fiscal que se le impondría trayendo beneficios económicos a nuestro país. Además, hasta donde recuerdo, sólo los líderes tanto sindicales como directivos de PEMEX son los únicos que disponen de la riqueza petrolera, basta recordar tan solo el llamado PEMEXGATE.
No hace falta ser un experto para entender que PEMEX es una empresa casi quebrada, y gran parte de esa desgracia estriba en la dependencia que el gobierno ha vuelto una rutina para poder existir, pues gran parte del gasto público y del gasto corriente es cubierto con recursos de PEMEX, para ello la Secretaria de Hacienda se encarga de sangrar a la petrolera con un abusivo y salvaje impuesto que la despoja de aproximadamente el 55% de sus ventas, es decir, más de 900 mil millones de pesos, a la vez de cargar la empresa con una terrible sobre población de empleados que cualquier empresa privada con criterios de eficiencia simplemente no toleraría. Quizá una reforma fiscal que alivianara la carga impositiva hacia PEMEX sería una posible solución, no obstante, hablar de más impuestos en este país es anatema. Debido a ello no queda otro camino que la coinversión de capital privado en los intestinos de la paraestatal, lo cual, insisto, es muy saludable y en nuestro caso urgente.

De ninguna manera la apertura socavará nuestra soberanía, al contrario, nos redituará con más recursos para el beneficio directo de más mexicanos.  Es cuestión tan solo de cambiar de mentalidad. Ese es el verdadero reto.