Luego de un proceso electoral
ciertamente intenso y hasta extenuante, el pasado mes de Julio resulto electo
presidente para el periodo 2012-2018 el priísta Enrique Peña Nieto, y aunque el
retorno del otrora partido fuerte del Estado levanta temor, intriga e
incertidumbre, lo que sin duda es una realidad es que no hay vuelta atrás y
desde hace unos meses el lento y muy extraño proceso de entrega recepción dio
inicio a la par de una intensa gira de trabajo que el mexiquense Peña Nieto
inició a lo largo de diversos países con el objetivo de presentar su figura
como próximo jefe de Estado y de paso dar inicio a las nuevas relaciones diplomáticas
que habrá de imprimir con singular particularidad su incipiente gobierno.
Y es a partir del primero de
Diciembre en que todos los mexicanos debemos comenzar a cicatrizar las heridas
políticas y dejar de lado las divergencias y cerrar filas en torno a un
objetivo común: Nuestro país.
La crisis de inseguridad es rampante
y no da tregua a nuestra sociedad, la crisis económica que azota a Europa
supone un serio riesgo para nuestro país, los energéticos necesitan un nuevo
marco jurídico que garanticen su efectividad, la Hacienda en nuestro país
requiere una reforma en cuestión de recaudación, la simplificación jurídica y
administrativa debe perfeccionarse, la trasparencia y el acceso a la
información requieren mayor impulso y solidez, el ámbito laboral requiere
oxigenación, la coordinación entre ámbitos de gobierno requiere ser lubricada; el
diálogo con la oposición para encontrar puntos de concordancia deben ser
explorados y explotados.
Los retos son innumerables, las
oportunidades escazas, la hora del diálogo y de la presencia de estadistas se
hace impostergable, pues no podemos arriesgarnos a estancarnos en el marco de
un discurso aversivo, vacuo y estéril derivado de pasiones políticas ortodoxas
y poco profesionales que nos hunden en el sótano del subdesarrollo atándonos en
un escenario de abulia.
Toda historia tiene un fin, reza un
estribillo trasformado en lugar común, y todo fin trae el inicio de una nueva
historia, en ese sentido es imperativo cerrar filas y otorgarle al nuevo
gobierno el beneficio de la duda, pues no podemos pasar el tiempo esperando los
tropiezos para hacerlos rimbombantes y externarlos a los cuatro vientos en una
clara apología de revanchismo.
Ya no hay tiempo; es hora de cerrar
filas por México.